Ser republicano es un sentimiento al que se llega a través de profundos principios
y convicciones. Esos valores en el transcurso del tiempo, han sido “tirados por la borda” por algunos significativos jerarcas “socialistas de hojalata”.
No se trata de dar clase de republicanismo, pues es de pensar que todos los republicanos perseguimos el mismo fin: la instauración de la III Republica. Pero para eso, hay que dar los pasos adecuados y más ahora, cuando la monarquía objetivamente y por “méritos propios”, está sufriendo debido a conductas como menos inapropiadas o indeseables y otras, de carácter presuntamente delictivo de corrupción un deterioro considerable.
Tratando de lograr un mayor acercamiento en la consecución de la III República, éste se debe hacer de forma racional y con rigor, para que no se produzca el resultado contrario al pretendido. En consecuencia, hay que fomentar el ambiente propicio y necesario en la Sociedad, que como es lógico tendrá la última palabra siendo su participación fundamental, mediante la adecuada información y los debates oportunos previos que posibiliten la adopción de una democrática decisión.
Por eso no se explica los comportamientos de determinados republicanos “remando en sentido contrario”, como se puede comprobar en manifestaciones, donde suelen corear frases de contenido violento como: “Borbón al paredón” o pancartas simbolizando la ejecución de la monarquía en horcas o guillotinas. Es evidente que éste tipo de comportamientos, le hace un flaco favor a la República, ya que no sería de extrañar que las personas indecisas acerca del modelo de Estado, rechazando la violencia, llegado el momento se incline por el monárquico.
A otro nivel está ocurriendo lo mismo en instituciones gobernadas por la izquierda sobre todo en ayuntamientos, muchos de los cuales han iniciado una especie de prematura estampida, con “borrón y cuenta nueva” de calles, plazas, monumentos, etc. que representan tiempos pasados, que por supuesto deben ser suprimidos, pero eso sí, en su momento, con efectividad y garantías.
Éstas razonables condiciones, hay que lograrlas ganando previamente la confianza de los ciudadanos, mediante la realización de una buena gestión institucional, que en el caso de los ayuntamientos, básicamente se tiene que materializar en una mejor oferta en la calidad de vida de los pueblos y ciudades y con la que sus habitantes se sientan identificados.
A la III República hay que llegar sin pausas pero igualmente sin prisas, de lo contrario el efecto podría ser adverso al deseado.
Antonio Aguado Suárez