SB-Noticias.- Las once de la mañana. Unas sesenta personas entre pacientes y acompañantes se apiñan en una pequeña sala de espera de la planta -1 del hospital de La Candelaria. La mayor parte son diabéticos con problemas de degeneración macular, personas mayores que vienen acompañadas y no tuvieron suerte a la hora del reparto de las 16 sillas y aguardan su turno en el pasillo, fuera de la sala de espera del quirófano ambulatorio de radioterapia.
En la sala de espera, un biombo de tela blanco que no llega a cubrir el espacio que separa los pacientes -nunca mejor empleado el término- de la sala de control del acelerador lineal de Siemens, la última joya tecnológica adquirida con dinero público. Un Sr. mayor con problemas de próstata rebasa el biombo buscando un servicio y es abroncado suavemente por una mujer de mediana edad, con bata blanca, que está sentada frente a una consola con varios monitores y teclados. «Tiene que salir al pasillo, girar a la izquierda y antes de llegar a la capilla, a la derecha, hay otro pasillo que lleva a los servicios«, le explica una señora al azorado y principiante paciente, y alguien le explicó: «antes era más cómodo porque nos pinchaban en la cuarta planta«.
A unos pocos metros de la entrada de la sala de espera del quirófano de radioterapia está el departamento de farmacia, así que no es de extrañar que cajas con medicamentos y utillaje quirúrgico se apilen sobre pallets en el mismo pasillo por el que puede transitar cualquier persona, pues no existe ningún control de seguridad. Tampoco existe ninguna cámara de videovigilancia en la zona. Un paciente fotografía disimuladamente con su teléfono móvil las cajas de cartón, busca discretamente el momento en que no aparezca ninguna persona de las que esperan por los alrededores, que a veces utilizan a modo de silla las mismas cajas. Le llama la atención que cualquiera pudiese abrirlas y acceder a su contenido, incluso podría llevarse alguna caja con psicotrópicos para venderlos en el mercado negro, nadie lo iba a impedir.
Le viene a la mente la prensa del día anterior, el relato de un paciente de oftalmología que perdió definitivamente la visión de un ojo por un producto farmacéutico contaminado que se utilizó en una operación de retina, así que mira atentamente lo que cuentan las etiquetas de las cajas. Suero salino, paracetamol, más suero salino de otro fabricante, agujas, catéteres… hay cajas con nombres de medicamentos genéricos que no alcanza a identificar, por eso trata de imaginarse cuánto se podría sacar por 1.000 pastillas de paracetamol en el mercado negro, pero interrumpe su cálculo mental al advertir que es Parcetamol inyectable, lote C1795, entonces se fija en una caja con un símbolo que le era familiar ¿Un marcador radioactivo? ¿Tal vez un contraste? El quirófano de radioterapia está a pocos metros, el acelerador lineal también ¿Ha dejado alguien alguna caja con un producto radioactivo en un pasillo al alcance de cualquiera?
El amable paciente y lector -nunca mejor empleado el término- nos envió las fotos a la redacción de SB-Noticias.Tal cual nos lo contó, lo contamos.