Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
Dejando los porqués a un lado, no cabe duda de que en el recién constituido Congreso, nadie, que no sean las y los diputados pertenecientes al Partido Popular, está interesado en colaborar o facilitar que ese partido vuelva a formar gobierno. Nunca tan pocos, en tan poco tiempo, habían puesto de acuerdo a tantos en el propósito de deshacer sus acciones.
También, resulta evidente que hay una coincidencia mayoritaria en la necesidad de regenerar nuestro sistema democrático, de reformar la Administración pública y de cambiar la deriva antisocial de las políticas llevadas a cabo en la pasada legislatura. Demócratas en general, reformistas de esto y aquello y progresistas en particular hay de sobra para formar un gobierno plural, de consenso y a plazo determinado.
Sin entrar a valorar si las votaciones efectuadas por la ciudadanía, modificadas por las circunscripciones electorales y la actual ley de asignación de escaños, expresan la “Voluntad popular” y su “mandato”, lo que está claro es que el resultado obtenido de estas últimas, pone a prueba las reiteradas manifestaciones, de casi todos los contendientes, en que había que renovar los modos y maneras de ejercer el poder en las instituciones del Estado. Y muy particularmente, a quienes se han abanderado de representantes de “la nueva política”, la que, alejada de dogmas ideológicos y pegada al sentir de la gente, se promociona para gobernar, gestionando la pluralidad y la búsqueda de consensos.
Ya dice el refrán que “Hay que tener cuidado con lo que se desea porque, a veces, se consigue”. El PSOE y CIUDADANOS han logrado, no sin dificultades y hasta el momento, ir más allá de la representación de su naturaleza antagónica, exacerbada durante la campaña electoral, y de sus divergentes posicionamientos en materias fundamentales, para firmar un acuerdo de legislatura y de apoyo a la investidura del cabeza de lista de la segunda fuerza más votada.
Pero PODEMOS, en boca de su máximo representante, Pablo Iglesias, insiste, no obstante, en la imposibilidad de juntar Derechas e Izquierdas en cualquier propuesta de acuerdos… Las hemerotecas, en estos tiempos en que todo se graba y queda registrado y al acceso del público, hacen que si se busca el hilo de la coherencia del actual posicionamiento de la cúpula de este partido ésta salga mal parada.
PODEMOS emergió como un movimiento sociopolítico al servicio de “la gente”, en contra de la “Casta” –ejemplarizada, entre otros, en los políticos del PSOE y del PP- y más allá del binomio derecha-izquierda. En una conocida ponencia de esa época, Pablo Iglesias justificaba la obsolescencia de ese modo de concebir la política y ponía sobre la mesa la innegable cuestión de que “las izquierdas” hacía tiempo que habían perdido el favor del pueblo. Llegando las elecciones locales, resultó que el nuevo modo de hacer política era ocupar la “centralidad” y presentar un documento de propuestas económicas “socialdemócratas”. Pasadas esas elecciones, con los pactos que se alcanzaron en Autonomías y Ayuntamientos con el PSOE, ya no se volvió a hablar de “la Casta”. Y hoy resulta que los que mandan en PODEMOS, “cerrando el círculo”, son “de izquierdas” y de las de siempre, de las que no tienen nada que tratar con las derechas. Eso sin explicar el espinoso detalle de si la política, en democracia, también consiste en “o todo, o nada”.
Mientras tanto, la situación de la calle, de autentica emergencia social, continúa a la espera de nuevos acontecimientos.
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