Como se suele decir: “no es lo mismo predicar, que dar trigo”. Podemos ha estado haciendo lo primero y mostrándose como una organización política ejemplar. Pero todo eso se le ha venido desmoronando, con la acumulación cada vez más de poder y la configuración de su propia casta, que tanto en su momento razonablemente criticaba a los demás.
La crisis producida por el cese del número tres de la organización, Sergio Pascual, por el secretario general Pablo Iglesias, apenas ha tenido contestación interna, lo que demuestra que salvo muy pocas y honrosas excepciones, la mayoría de los dirigentes y cargos públicos han hecho causa común, con el “máximo jerarca”. En muy poco tiempo Podemos viene practicando lo que tanto criticaba. Es una lastima, ya que había despertado muchas expectativas y esperanzas para que se pudieran erradicar las viejas prácticas de hacer política, e introducir nuevos formas que identificara y motivara a los ciudadanos en torno a la política. El cese se ha hecho de forma poco clara y antidemocráticamente, confirmando que las crisis autoritarias de Podemos son una realidad y sino fuera por el hiperliderazgo que practican, podría atribuirse a su falta de rodaje y experiencia, a la hora de abordar en tan poco tiempo una serie de metas, como han sido su estructuración y organización, que les posibilitara entre otras cosas, hacerle frente con un mínimo de garantías a los retos electorales. Por el bien de la democracia y antes de que sea demasiado tarde, Podemos debe rectificar, de lo contrario podría quedarse en lo que pudo ser, pero debido a sus errores y contradicciones no fue.