EL BAR DE PEPE
Joaquín Hernández
{mosimage}La mayoría de los articulistas, los de plumilla fácil, los periodistas de causas perdidas, excepto los pringaos y los negros, estamos más pendientes de lo que ocurre en la piel de toro que lo que acontece en nuestro entorno, en nuestra comunidad. Dejamos tranquilo a un individuo que, a punto de cumplirse un año de Presidente de la Comunidad Canaria, Fernando Clavijo nos demuestra que nada ha cambiado, es más, no sólo nada ha cambiado en Canarias; lo poco que se ha hecho es para seguir en el mismo lugar.
Fernando Clavijo pasará por la presidencia del Gobierno de Canarias como pasó su antecesor, Paulino Rivero, sin gloria y con mucha pena. Rodeado de un equipo de mediocres, el presidente de los canarios parece metido dentro de su caparazón, como un caracol temeroso de sacar su cabeza ni siquiera para ver el sol. Da vergüenza, rabia y pena ver como el Parlamento canario está completamente alejado del pueblo que representa, más parece un chiringuito montado por cuatro amigotes que se reúnen, de vez en cuando, para hacer una obra de teatro escrita ex profeso por y para mediocres, arribistas, comisionistas y charlatanes de pueblo que, con raras excepciones, defienden los intereses espurios de personajes que todos conocemos.
Da vergüenza observar que el beneficio de aumento de turistas que visitan nuestras islas (12.500 millones de euro en el año 2015) no se revierte entre la población, o si se hace se reparte tan mal que nadie lo nota, es más me atrevería a decir que sólo lo notan en su bolsillo los grandes monopolios hoteleros, lo tour operadores y poco más. La casi inexistente industria no produce empleo, el sector servicios, que debería ser la maquina creadora de puestos de trabajo, no lo hace y aprovecha el salario del miedo para tener una mano de obra más barata con una jornada laboral cercana a las 10 horas de promedio al día. No se captan inversores porque no se tienen ideas, inventiva, imaginación para ofrecer nuevos incentivos que puedan atraer capital a las islas. No basta con desarrollar un régimen económico y fiscal adecuado a nuestra insularidad si no se acompaña de una serie de proyectos suficientemente atractivos que produzcan la creación de miles de puestos de trabajo para los isleños.