Rosario Varcárcel
Y ahora, con el alma vacía como tantas veces, contemplo el lento paso de los días que me empujan no sé hacia qué destino, oscuro, presentido. Ángel González
{mosimage}Juventud o 'Youth es el título de la nueva película de Paolo Sorrentino. Quedó fuera en el Festival de Cannes, pero ahora parece que está arrasando en los premios del cine europeo. Juventud es también el título de una de obra no muy conocida del gran escritor británico Joseph Conrad, que nos hace añorar la juventud perdida, “ese divino tesoro que se va para no volver”, como decía Rubén Darío.
La trama de la película se desarrolla en un balneario de lujo situado en los Alpes suizos. Allí acuden personalidades relacionadas la mayoría con el mundo artístico, como Fred Ballinger (Michel Caine), un aclamado compositor de música ya retirado que lleva frecuentando el hotel desde hace más de cuarenta años y que rechaza el ofrecimiento de la reina de Inglaterra para volver a tomar la batuta (trama inspirada por la negativa de Riccardo Muti de tocar para la familia Windsor en 2008).
Esta vez, al compositor le acompaña su hija (Rachel Weisz) y uno de sus amigos de toda la vida, Mick Boyle (Harvey Keitel), director de cine, quien se encuentra trabajando en la preproducción de su próximo proyecto. También acuden al balneario, futbolistas (un doble de Maradona) o una Miss Mundo, Madalina Diana Ghenea, toda una vampiresa, símbolo de feminidad y belleza libidinosa.
Allí ambos amigos pasan sus últimos años, el final de sus vidas profesionales. Respiran la juventud, la fascinación de lo bello y lo exótico, los destellos de lo erótico representado en la Miss Mundo, toda una vampiresa, símbolo de lo exuberante. Pero también inhalan los achaques propios de la edad, la vejez y el destello de la muerte.
El director y guionista Paolo Sorrentino posee un don para la frase, para la retórica inteligente y la estética. Filma exteriores, en ese jardín del edén suizo, y en interiores, donde los personajes entran en la vida de desconocidos. Unos personajes que cambian de papel, desnudan su alma y rumian de las luces y las sombras, del éxito y de los fantasmas secretos, de sus vidas pasadas, y lo hacen con frases cortas y de una forma desinhibida y extravagante pero con inteligencia y humor.
Tiene 'Youth”, los rasgos del cine de Sorrentino: Lo barroco, la narración basada en la mujer, en esa mirada idealizada y en la acumulación de momentos, en el placer de una conversación, y el temblor de las palabras. En la reflexión hecha de silencios, de miradas y extrañeza.
Una experiencia compleja y casi me atrevo a decir perturbadora, con una artista invitada de lujo, Jane Fonda como musa de otros tiempos, de instante de lucidez, de gloria cinematográfica, de simple sexo que justifica casi todo. Y ahora, junto a la Rachel Weisz y Harvey Keitel, forman un equipo extraordinario.
Una película que según los críticos es pomposa, irresistible pero irritantemente bella. Una película que nos proyecta una mirada al pasado, a lo efímero, en la que la música y la fotografía entran en escena y planean su huida de la vida con absoluta libertad, de una forma brillante.
Una película que es todo un santuario de introspección en la que la cámara recrea lo invisible, y en donde la única actividad posible es el pensamiento. Una película que es una exploración del alma.
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