Rosario Valcárcel, poeta, narradora
La exposición estará abierta hasta el 20 de diciembre
{mosimage}El pasado jueves 3 de diciembre se inauguró en el Centro Comercial “El Muelle” (segunda Planta) y estará abierta hasta el 20 de diciembre. “Experiencias y visiones” una exposición colectiva. Cuatro pintores y un escultor. Comisariada por Diego Casimiro.
La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte, dijo en una ocasión Leonardo da Vinci.
Desde la antigüedad el arte ha servido al hombre de alivio para sus desvelos existencialistas o para sentirnos unidos a una colectividad. Quizás porque el arte evoca el sentido de transcendencia y nos conecta de alguna forma con la inmortalidad, con lo poético, a través de elementos sutiles, de una atmósfera envuelta en nebulosas en el que destaca una mancha de color.
Como el color rojo que en la simbología antigua representa el cuerpo, la tierra o el “Aura del amor” que marca el estilo apasionado de Saro Armas, plasmados en unos retratos que se aproximan al expresionismo, al desgarro, al sufrimiento y la soledad del mundo femenino. Al sexo con o sin género, porque lo que ella realmente quiere representar es el amor, los afectos, los ideales, la espiritualidad, los espacios del alma.
Por eso ahonda en los desnudos, trabaja la superposición de figuras bellas y proyecta su aliento, y al igual que Munch tiñe su obra de drama y de dolor, y plasma el juego de la similitud en “Los gritos del alma” quizás porque Saro necesita exorcizar las tristezas…
E invitarnos a reflexionar, y eso es lo que hace también el pintor Clodobaldo González con la muestra que nos presenta hoy “La miel en los ciclos vitales”, en donde pretende despertar la atención, igual que lo hicieron en el pasado poetas y estudiosos, desde Virgilio hasta Darwin. Hacernos pensar sobre la vida de las abejas a través de su obra pictórica.
De sus óleos donde nos muestra una nueva figuración en base a la seducción y a la búsqueda de la belleza sensorial. Ejecuta Clodobaldo con una pincelada suelta y una atmosfera vaporosa cuerpos de mujeres y hombres, parejas, en movimiento. Gestos iluminados por el resplandor de la miel de abeja que los cubre pero que se escapa como símbolo del tiempo que pasa. Y lo realiza con un tratamiento original y un acento muy personal.
Y moderno como la pintura de Lilian Campo, con óleos sobre lienzo donde nos muestra con una tendencia realista, elementos sensuales. Caballos en movimiento, saltando en el aire vacío, “equinos” realizados con gran vigor o el óleo llamado invernal, que nos acerca al frío abrazo del invierno.
Pero lo más que define la obra de Lilian es que sabe encender el cuerpo de los amantes, explorar en llamaradas de excitación y revuelos de placer: metáforas de la realidad que la artista desdibuja en sombras azules. Esa transformación de seres que cohabitan junto a sus amantes como efecto del hechizo erótico o la figura sobrenatural en el “Ángel en azul”.
Y un canto al recuerdo son las escenas bucólicas de Manuel Romero, un alma viajera al que le gusta llenar la copa de las emociones, pintar ciudades calladas o bulliciosas como Venecia Granada y Ronda, o los ecos de Los Pueblos blancos de Cádiz, casas cándidas sobre el monte. Caseríos que brillan, y puentes y tuneras y musgo. La aldea que entre el verdor y los charcos huele a aves de corral, a agua, a piedra y a cielo.
Todo un espectáculo que convierte sus obras en estallidos sonoros, en perfumes de sol, de humedad y de enredadera, de reposos de luz. Urbano y rural, Romero se adentra en otros rincones en patios solitarios y nos pinta mimosas malvas y rosas y dalias y geranios, y nos deja la sensación de que la belleza natural es un aliciente para el espíritu, un estímulo para elevar el alma.
O para crear esculturas como las de Román del Pino que mantienen un diálogo directo, con quien las mira, unas veces realizadas en un realismo amable otras con un tratamiento simbolista pero siempre partiendo de una idea preestablecida, como el homenaje al saxofonista alemán, Andreas Prittwitz , con su particular obra la Cantanta del Mencey Loco.
Ahora bien la simbolización y el ansia de perfección del escultor Román del Pino, es una constante que está presente en su obra porque él sabe jugar con la capacidad asociativa del que mira. Escultor autodidacta trabaja con material reciclado, dando un sentido deportivo, regional, lúdico, o juguetona, como la Osa Mayor representada por un búho o humana. Así podemos ver la obra que le dedica a Pascual Calabuig (padre).
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