{mosimage}Anticapitalistas Canarias.- La terrible cadena de atentados de la noche del 13 de noviembre es una infamia. No hay ninguna justificación moral para el crimen.
Los autores que, supuestamente actuaron a las órdenes del Ejército Islámico, no pretenden otra cosa que extender el terror y buscar una respuesta que justifique su acción. Esta escalada de violencia no beneficia a ningún pueblo, cuyos ciudadanos son sus víctimas.
Frente a esta violencia, alimentada por las continuas agresiones a los pueblos árabes, es necesario levantar la defensa de los derechos humanos, siempre y en todas partes.
Responder al crimen con el crimen, a la muerte de inocentes con más muertes de inocentes, alimenta una locura que no beneficia sino a los que quieren, aquí y allí, acabar con las libertades y derechos para mejor dominar a los pueblos.
Rechazamos la respuesta militar francesa, que continúa una ofensiva iniciada hace tiempo, para recuperar el control de sus antiguas colonias con el objetivo de saquear sus recursos estratégicos, empezando por el petróleo. Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, sus aliados de la OTAN y los gobiernos reaccionarios de la Península Arábiga son los responsables, desde la guerra de Afganistán, en los primeros años de la década de los ochenta en el siglo pasado, de alimentar y crear los grupos reaccionarios que, en nombre de su interpretación religiosa, o, más bien, tomándola como pretexto, han multiplicado los conflictos. Estados Unidos y sus aliados son responsables de crímenes de guerra y contra la Humanidad, al emprender agresiones contra pueblos sin ninguna justificación, y con pretextos inconcebibles para convencer a su opinión pública.
Una consecuencia de la agresión imperialista es la consolidación de grupos absolutamente reaccionarios, que, unas veces aliados del imperialismo occidental (talibanes en Afganistán, algunas milicias chiís en Iraq, grupos radicales suníes, también en Iraq) y otras, aparentemente o realmente en contra, quieren imponer el dominio sobre sus países.
Otra consecuencia es la oleada de refugiados que, huyendo de los conflictos que asolan esos países, se dirigen a Europa en busca de asilo. Vemos, día a día, la indiferencia, el desprecio, la crueldad con la que se trata a las víctimas de guerras desatadas y atizadas por potencias occidentales, empezando por EEUU.
Otra más es el crecimiento de la islamofobia. No importa que el mayor número de víctimas del ISIS sean musulmanas y que la mayor parte de los ataques se realicen en países de tradición musulmana. Se trata de criminalizar una religión y una cultura, de hacerles culpables colectivamente de los crímenes de una minoría, para así justificar la agresión permanente desde Occidente.
En todas estas carnicerías es la gente común la que sufre las consecuencias. En nuestro nombre, en defensa de nuestra democracia y nuestros derechos, según nos dicen, se agrede a países, se arrebatan sus recursos. Mientras, con la excusa de nuestra seguridad, se limita la libertad de información y prensa, el derecho de circulación y manifestación, y se amplía la discrecionalidad policial para detener sin tutela judicial. Con todo ello se pierde, a la vez, la seguridad y la libertad.
Como en el 2003, contra la guerra de agresión a Irak, como en el 2004, frente a los atentados de Madrid y la manipulación desvergonzada de su autoría por el PP, hoy hay que salir de nuevo a la calle.
NO AL TERRORISMO.
NO A LA GUERRA.
NO A LA GUERRA.