Empieza el ingeniero por llmarnos "demagógicos" a quienes, en todas las islas, rechazamos que Canarias se mantenga alejada de la soberanía energética y a que se le imponga la continuidad del uso de las tecnologías energéticas del siglo pasado, las que queman combustibles fósiles con el suicida olvido de las tremendas consecuencias ambientales de esta fogalera. El ingeniero demuestra ignorar el significado del término "demagógico", por lo que no vale la pena detenerse más en este asunto, salvo remitir al ígnaro ingeniero al DRAE.
Larga el ingeniero la mayúscula mentira que fue caballo de batalla de quienes rechazan las renovables, pero que ya ha sido refutada, desmontada, por el avance de la técnica. El ingeniero no se ha enterado de que eso de que "por todos es sabido que la producción de electricidad cuando no haya sol y/o viento, tendría que realizarse por medio de sistemas convencionales" está desfasado. Porque todos -y todas- quienes nos mantenemos al día, sabemos que los sistemas de almacenamiento de la energía permiten disponer de ella, aun en los escasos momentos en que el sol deja de brillar y el viento de soplar en Canarias. Y que, en el hipotético y limitado caso de que sea necesario recurrir a los "sistemas convencionales" bastará con el petróleo, sin necesidad de incurrir en las desproporcionadas inversiones que exige la implantación del gas, que no sería utilizado más que en ocasiones muy aisladas.
Mantiene el ingeniero que el gas no contamina, porque la emisión de CO2 de su combustiión es "inferior a la del petróleo" y no contiene óxidos de nitrógeno. Pero no dice que esa "inferior" emisión de carbono, en el caso del gas, es dos tercios inferior a la del petróleo. Inferior, sí, pero bastante, todavía. Pero, qué curioso, el ingeniero omite el hecho de que el gas "natural" es metano. Metano, un ingrediente tan importante o más que el carbono en el maldito efecto invernadero. Ahí están las vacas, con sus bufos metaneros, señaladas como una de las protagonistas del problema. Por supuesto, el ingeniero no describe que la emisión de metano, en la utilización del gas, no se produce solamente en la combustión, sino a lo largo de todo su proceso, desde que se extrae hasta que se licúa y desde que se devuelve a su estado original hasta su combustión. El gas metano está pasando a la atmósfera, de continuo, durante su transporte y almacenamiento, porque es materialmente imposible evitar las fugas. Nadie olvide, por cierto que el maquiavélico Melchior pretende colocar un gasoducto desde Granadilla hasta el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Achamán nos guarde..
Faltaría más, el ingeniero no se ocupa en tratar de los peligros comprobados que encierra el transporte, almacenamiento y uso del gas. A tal punto llega el riesgo, que se prohíbe la instalación de sus plantas en la cercanía de núcleos habitados. Algo, por cierto, que se saltan quienes pretenden colocar esa bomba de tiempo en Granadilla.
Habla el ingeniero del precio del gas, que -dice él, como el genuflexo Clavijo, el picaro Alonso, el ladino Becerra- que es "más barato que el del petróleo. Una afirmación absolutamente inconsistente, por la sencilla razón de que, en este momento histórico no hay precio para el gas en Canarias, porque no hay mercado de ese combustible fósil en las islas. Y, sin mercado, no se puede hablar de precio. Lo que pueda costar el gas en Canarias es una incógnita, cuyo despeje dependerá de las imprevisibles vicisitudes de las cotizaciones internacionales y de las decisiones políticas.
Porque esa es otra. Las decisiones políticas. El gas, que tiene muy limitadas fuentes de abastecimiento en el mundo, está sujeto a las manipulaciones estratégicas internacionales, como bien saben en Ucrania y la Europa del este. El país que se amarre al gas, está condenado a sufrir las presiones y chantajes que hacen los gobiernos de los estados hegemónicos tomando ese combustible fósil como arma.
Todas y cada una de las argumentaciones en favor del gas se estrellan, en fin, cuando se le compara con el que debe ser el referente, las tecnologías limpias, que utilizan el viento, el sol, el mar y la temperatura del subsuelo para generar energía. Unas tecnologías inagotablemente existentes en Canarias y cuya aplicación, en este siglo XXI, los avances científicos y las condiciones climáticas permiten que sean en exclusiva la fuente de energía para las islas.
Porque el argumento principal es que las renovables no contaminan, y los fósiles, todos ellos, sí. Que las renovables son más baratas y exigen menos inversiones que los fósiles. Y que, con las renovables, Canarias puede alcanzar la soberanía energética y evitar el pago de la inlemente factura por importación de combustibles fósiles. Esto no es demagogia, ingeniero, ni nada que se le parezca. Esto es realidad, cosa que tú sabes muy bien.
Y, ahora, la gran pregunta. La que induce la comprobación del hecho de que el ingeniero Linares, como el genuflexo Clavijo, el pícaro Alonso y el ladino Becerra, son brillantes profesionales a quienes no se les escapa todo lo que se ha dicho contra el gas. Pero, a pesar de ello, se emperretan en su introducción, tóxica, cara, contaminante, peligrosa y que coloca a Canarias en una delicada situación estratégica. ¿Por qué lo hacen? Y la respuesta no puede ser otra que el interés.
Eso es lo que yo me digo, con magua. La codicia es muy mala consejera.