EL BAR DE PEPE
Joaquín Hernández
{mosimage}Las leyes no son inamovibles, no son compartimentos estancos, no se hacen para la eternidad. De hecho las leyes tienen que ir acomodándose a los tiempos de vigencia de la misma. El problema del legislador es que legisla siguiendo los criterios de la oligarquía capitalista, se crean leyes civiles que van en contra de toda lógica pero que siendo así beneficia a los de siempre.
Si se reforma una ley se hace de manera que salga beneficiado el más poderoso, la ley hipotecaria es una muestra del inmovilismo de leyes obsoletas y cuando se hace algún cambio es para modificarla añadiendo artículos que perjudican al de siempre, al currito de turno, igual pasa con la ley de arrendamientos urbanos que de ser de un pasotismo histórico en contra del arrendador ahora se ha pasado a tal estado de la cosa que el arrendatario parece, de entrada, un bulto sospechoso. La ley penal, la laboral, las leyes que van en contra de la propia Ley de leyes etc., se dictan a la carta de espurios intereses políticos y económicos
La Constitución Española no es intocable, como no lo es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las principales Cartas Magnas de los países más democratizados del mundo, han sufrido importantes reformas, cosa normal en sociedades que se transforman con el paso de los tiempos. Nosotros, los que votamos la Constitución del 78, teníamos problemas distintos a los que tienen la mayoría de los españoles del siglo XXI y del año 2015, nuestra juventud es distinta, nuestra sociedad también. El país ha sufrido una enorme transformación, la crisis y el comportamiento de los políticos elegidos para llevar el timón del país, ha hecho que el desencanto de las gente sea de tal magnitud que se ha perdido el sentido patrio del ciudadano medio al que le importa bien poco la tan cacareada unidad nacional. Hoy por hoy las medidas de recortes han producido tal rechazo en la sociedad que cada cual barre para su casa, importándole bien poco el vecino. Un 47% de los catalanes han dicho no al Estado Español, que no a España, un resultado que no siendo mayoritario si es lo suficiente preocupante para cambiar lo que se tenga que cambiar, incluida la Constitución Española.
“Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural”, esto lo dice la Carta de los Derechos Humanos firmada, también, por el Estado Español. Ya sabemos que el caso de Euskadi o Catalunya no están dentro del supuesto de países colonizados, pero volvemos al mismo tema al sempiterno estado de hibernación in tempore de las leyes.
Siempre he dicho, desde la perspectiva que da la distancia, que la mayoría de los residentes, habitantes de Cataluña no desean la secesión de España, se demostró en el simulacro de referéndum del 9 –N, se ha vuelto a demostrar, en este caso con mayor rotundidad, en las elecciones al Parlamento Catalán mal llamadas “plebiscitarias”. Con mayor rotundidad porque la afluencia a las urnas, un 77% reflejaron el rechazo a la independencia de la mayoría; sólo el 47% de los votantes votaron a partidos independentista, otra cosa es que quieran tergiversar la realidad alegando un triunfo pactado y basado en la actual ley electoral en cuanto a escaños parlamentarios, que nada tiene que ver con el deseo de la mayoría absoluta.
Ahora nos encontramos inmersos en el problema que muchos sabíamos y advertíamos que podía suceder, ahora Rajoy se disfraza de Presidente de la cosa amorfa llamado Estado Español y convoca a las demás fuerzas políticas para ayudarle a la unión de nada.
España dejó de existir como nación desde el día 23 de agosto de 2011 fecha histórica en la que por órdenes de Alemania, del gobierno alemán de la Señora Merkel, se reformo la Constitución Española del 6 de diciembre de 1978 en su artículo 135. Desde ese momento se perdió la soberanía como una España libre e independiente. Posteriormente la dependencia a Alemania ha sido de tal envergadura que se han cumplido a rajatabla las órdenes que llegaban desde Berlín en cuanto a recortes de todo tipo, el propio rescate a España a través del préstamo para la banca se hizo para solucionar las deudas de los bancos españoles con bancos alemanes. Sistemáticamente hemos pasado de ser un país situado en el sur de Europa a un barrio de Berlín, con un alcalde pedáneo (Rajoy) sin más capacidad de decisión que el concejal del Barrio de Kreuzberg. A estas alturas pretender hacernos creer en una España única e indisoluble es un cuento de chinos o martingala invertida extraterrestre.
Rajoy perdió su gran oportunidad de arreglar un poco su imagen de inepto si hubiese aceptado la propuesta de Arthur Mas para organizar el referéndum sobre la autodeterminación del pueblo catalán si continuar navegando en este barco dirigido por la troika, o bajarse de él. De todas formas y a la vista del resultado en el simulacro del 9-N el NO hubiera triunfado, ya que la abstención fue altísima y sólo asistieron a las urnas un escaso 33% del censo electoral. Con este bagaje es imposible imponer el criterio de 1.800.000 personas sobre una población cercana a los 8 millones de habitantes.
La declaración del Parlamento de Cataluña de iniciar el proceso Independentista, no sólo es una chorrada supina, además es un desprecio, un insulto a la inteligencia del personal, a menos que lo que se quiera iniciar sea un proceso hacia la debacle no entiendo la payasada institucional de los Reyes del mambo catalanes. Los que creíamos que Cataluña era un ejemplo de honestidad, de bienestar social, de solidaridad ante el más desfavorecido, de centro cultural de Europa, nos hemos despertado con un país, mejor dicho, con el país líder en la corrupción, dominado por una mafia, instalada e instaurada, dentro del corazón de la maquinaria institucional; el propio Honorable presidente de la Generalitat ejercía de capo de una familia mafiosa donde imperaba la ley del silencio y la omertá al mejor estilo Siciliano.
Llegado a este punto y aparte, cabe preguntarse: ¿Qué esperan los ciudadanos de Cataluña de estos Ayatolas, vende humos, miembros directos de las mafias catalanas y culpables por acción u omisión de un desfalco de miles de millones de euros del patrimonio del país? ¿No sería mejor limpiar la mierda, el gansterismo político al mejor estilo de Alcapone en el Chicago de los años 30, borrar del mapa, de la historia negra catalana de apellidos de familias “ilustres” antes de iniciar cualquier “`proceso de separación”?
Si, dejemos que el pueblo se manifieste, pero antes lo urgente y primordial será fumigar toda su casa para, cuando haya terminado de morir el último parasito, abrir las ventanas y respirar aires de verdadera libertad.