La incertidumbre se refleja incluso en los estudios demoscópicos: nunca ha habido tanta proporción de gente que no sabe a quién va a votar, y eso incluso entre el electorado que se sitúa en el centro-izquierda y la izquierda…
Después del 20D habrá que reflexionar sobre si el viaje a ese agujero negro de la política que es el centro es tan rentable electoralmente como para justificar las renuncias ideológicas que implica. O tendremos que analizar por qué los sectores más críticos y creativos que emergieron a partir del 15M se identifican con modelos de liderazgo más compartidos e inclusivos y formas de organización más orgánicas y horizontales que prefiguran nuevos modos de cooperación y participación política en red. Y quizá habrá que reconsiderar cómo el conflicto de clases sigue atravesando los discursos y las prácticas políticas, y explorar la idea de que en este país plurinacional la autodeterminación de alguna de sus naciones se puede aprovechar como una oportunidad para abrir un proceso constituyente en todo el Estado.
Impotencia
Tendríamos que extraer enseñanzas de eso que ahora mucha gente activista que ha accedido a las instituciones municipales y autonómicas está descubriendo: la impotencia del poder político, o al menos la impotencia material de las instituciones endeudadas y minadas por la corrupción y el clientelismo que nos es dado alcanzar electoralmente…
El poder está en otro lado –cada vez menos en el Estado y el Parlamento– y tal vez la hipótesis de Varoufakis sobre una articulación política transnacional a nivel europeo sea uno de los caminos que habrá que recorrer tras el 20D.
Otro de los caminos se perfila en algo que también estamos comprobando desde ayuntamientos y municipios, y es que lo verdaderamente importante es el proceso de participación ciudadana en sí. La victoria –siempre provisional y experimental– está precisamente ahí, en lo local, en la política de carne y hueso del ágora vecinal, en el aprendizaje democrático que supone el proceso, en la ‘alfabetización’ e ilustración políticas que propician y fomentan, en el común que construyen.
Experiencias, aprendizajes colectivos, recursos humanos y políticos, saberes, deseos compartidos… que vamos a necesitar para seguir construyendo esperanza –y organización– de aquí a 2019.