Basta ya de tener al teniente José Manuel Candón, superviviente del accidente de Hoyo de Manzanares (2011), suplicando por una entrevista para poder contar a la sociedad lo que vivieron él, sus compañeros y los familiares de los fallecidos al sentirse abandonados de forma miserable por el ministerio y la cúpula militar, dejándoles sin la indemnización que les corresponde. La realidad es que vosotros les abandonáis con la misma falta de piedad aunque no tuvisteis el menor reparo en llenar vuestros telediarios, tertulias y portadas con su desgracia.
Basta ya de vuestro desamparo mediático a tantos militares, a los que estáis dejando en la indigencia más absoluta y a merced de unos individuos que no tienen escrúpulos o son capaces de mirar para otro lado de forma sistemática.
Basta ya de ocultar a la ciudadanía que de los últimos once expertos en explosivos militares fallecidos, diez han muerto por negligencias, algunos manejando minas del año 1974.
Basta ya de no informar que la cantidad de accidentes aéreos de la aviación militar, en comparación a la aviación civil (con las enormes diferencias en cuanto al número de vuelos), convierte la siniestralidad de la aviación militar en un problema que aumenta, año a año, a base de cadáveres.
Basta ya de extensos reportajes de Aylan mientras ocultáis de forma cómplice la responsabilidad sobre la geopolítica que se ha llevado a cabo en Irak, Afganistán, Irán, Arabia Saudita o Siria en los últimos cincuenta años. Un engaño que el tiempo y las confesiones convierten en bufonada.
Basta ya de ignorar las denuncias de ACNUR, como la que emitió a principios de año sobre las cifras récord de refugiados o lo que sucedería en el Mediterráneo y las puertas de Europa, porque lo hicisteis hasta que la fotografía de un niño despertó vuestras conciencias o, mejor dicho, desnudó vuestra falta de integridad.
Basta ya de informar sobre las ciclogénesis explosivas, cuyo conocimiento poco aporta a la sociedad, o el caso Asunta Basterra, que al parecer pretendéis retransmitir a diario para distraer a todo el que tenga la pésima idea de ver un telediario.
Basta ya de volver a olvidar a todos esos refugiados, que siguen muriendo, porque ya no tenéis otra fotografía que os haga ganar audiencia y os permita lucir discursos excelsos e ilusoriamente críticos, que no son más que actuaciones teatrales, que tapan vuestro silencio, vuestra aceptación de líneas editoriales, de límites a la libertad de expresión que degradan al periodismo como profesión y amordazan a toda la sociedad. Todo ello por un sueldo, unas monedas de oro que espero os resulten suficientes.
Basta ya de no señalar a los verdaderos culpables, de no intentar cumplir con vuestra obligación y vuestro código ético, de no investigar, de no denunciar, de no publicar.
Basta ya de vuestra complicidad con las muertes que se podrían evitar, con tantos y tantos cuerpos o pedazos de ellos que hoy yacen sin vida, inertes, gracias en parte a vuestro silencio.
A la cúpula militar
Basta ya de vuestras absurdas y permanentes estupideces sobre las intervenciones militares en Catalunya, los “duelos a muerte” con Willy Toledo, las amenazas por el “Estatut” o las peticiones para ilegalizar a Podemos.
Basta ya de vuestros discursos ensalzando la importancia de los soldados, mientras mantenéis silencio cómplice sobre lo que sucede, porque lo único que os importa es ascender y conservar vuestra maldita carrera militar. Recordad que a la vez que ascendéis son muchos los militares expulsados o abandonados y muchos los fallecidos por recortes en mantenimiento o negligencias que no denunciáis, que calláis de forma infame. Asistís impasibles a accidentes aéreos, a la muerte por falta de inhibidores en vehículos militares, a los accidentes con explosivos en mal estado, al acoso sexual de vuestras propias compañeras y a lo que sea con tal de escalar lo más posible.
Basta ya de medallas manchadas con la sangre de vuestros propios militares y sostenidas con la traición más miserable, mientras no sois capaces de alzar la voz para protestar por las condiciones, lamentables en muchos casos, en las que vuestros militares comen, trabajan o viven y, gracias a vuestro silencio, mueren.
Me gustaría ver a un alto mando ponerse el uniforme y decir “no, mis soldados no van a hacer esto o aquello, no lo van a hacer porque no voy a poner en riesgo sus vidas de forma innecesaria, no van a subir a esa aeronave… Y ahora si quieren, me cesan” o denunciar en un medio de comunicación que sus “soldados, sus militares, están siendo puestos en peligro por recortes que afectan a la operatividad” o que sus “soldados no pueden seguir viviendo en condiciones lamentables y comiendo basura”, o que de una vez por todas “hay que modernizar las Fuerzas Armadas”. Me gustaría verlo, porque huevos tenéis, y muchos, para hablar de Patria y amenazar de forma velada con intervenir en “Valencia” (refiriéndose a Catalunya) si hace falta, para amenazar a los militares que acudían a las presentaciones de los libros que he publicado, para prohibir que se hablase de mí o perseguir a los que han apoyado de alguna forma el cambio. Por suerte y por desgracia, como dijo el exministro Bono, no sois capaces de arriesgar un céntimo de vuestro salario por vuestros ideales, que poco tienen de democráticos en muchos casos, y menos aún, por la vida de vuestros propios militares.
Al ministro o al mercader
Basta ya de su mezquindad y su bajeza moral, basta de preocuparse tanto por el helicóptero extraviado y tan poco por los militares fallecidos. Basta ya de comprar fragatas que no necesitamos, aumentar el presupuesto para conseguir que el submarino que no flota, flote, y basta ya de fomentar el aumento de una industria armamentista que se ha multiplicado por cuarenta y cuatro en catorce años (de 200 millones de euros en 2000 a 8.800 en 2014). Basta ya de enriquecerse con la muerte, basta ya de dar contratos por 37 millones de euros a sus antiguas empresas y basta ya de tener como ministro de defensa a un señor que se ha enriquecido vendiendo bombas de racimo que han sido arrojadas sobre población civil, despellejando y descuartizando cuerpos y vidas inocentes, destrozando futuros e ilusiones. Basta ya, váyase si tiene dignidad y si tanto carece de ella, si tan poco le importan la vida de sus soldados y tanto la venta de armas y la muerte que vende, que le echen los de su propio partido (PP), o los de la supuesta oposición (PSOE) que le han ayudado con su inacción y silencio a terminar la legislatura, consiguiendo con ello materializar una de las mayores infamias de las últimas décadas y, con seguridad, de toda la democracia.
Al PP y al PSOE, a los que se supone gobierno y oposición
Basta ya de vuestra inacción y de vuestro “pacto de no agresión” en materia de Defensa que nos ha llevado a la situación tan catastrófica en la que nos encontramos.
Basta ya de encubrir, una y otra vez, lo que sucede mientras nuestros militares mueren, basta ya de vuestra falta de política de oposición en los asuntos de Defensa, basta ya de vuestra complicidad con todas estas muertes, basta ya de vuestro mercadeo comprando voluntades de personas sin principios que luchaban contra el bipartidismo antes de abrazarlo o que ignoraban el acoso sexual de sus subordinadas antes de denunciar y clamar por el suyo propio.
Basta ya de vuestra permisividad con la cúpula militar, de mirar para otro lado sin hacer auditorías, sin desarrollar una justicia militar independiente o una Guardia Civil desmilitarizada, de sostener la precariedad laboral en las Fuerzas Armadas, de comprar armamento que no necesitamos (hasta 40.000 millones de euros) y de todo lo que toleráis mientras nuestros militares mueren por las negligencias y los recortes en mantenimiento que vosotros negociáis.
A los salvapatrias y pelotas
Basta ya de vuestros artículos, series de televisión, campañas de marketing (“blanqueamiento de imagen”), discursos o libros melosos que ensalzan la labor de las Fuerzas Armadas para encubrir las deficiencias de una institución que tiene un oficial por cada dos soldados e incumple los derechos humanos de forma sistemática.
Basta ya de alabar a los militares hasta confundirles mientras que no dedicáis una sola línea a airear lo que, a todas luces, es un modelo obsoleto que necesita de una vez por todas regeneración. Lo hacéis a la vez que permitís la oscuridad suficiente para que se apuntalen los ataúdes en los que terminan muchos de nuestros militares, esos a los que tanto parecéis amar y, sin embargo, tanto daño hacéis.
Basta ya de escuchar a los generales, de comer con ellos, de recibir sus premios y sus medallas, de creeros sus mentiras… Empezad a escuchar al resto de militares. Puede, tal vez, que a lo mejor empecéis a saber lo que realmente pasa en las Fuerzas Armadas, lo que realmente son las Fuerzas Armadas y no lo que os gustaría que fueran, lo que a todos nos gustaría que fueran, lo que que a mí también me gustaría que fueran, pero que nada tiene que ver con lo que son, con lo que sucede y, ni mucho menos, con lo que os cuentan esos generales que se uniforman cada mañana. Mirad como mínimo las estadísticas, que son evidentes, miradlas de un puñetera vez… ¡Miradlas!. Dejad de ir a los desfiles con la banderita de España, dejad de hacer esos maravillosos textos en los que todo es de color rojigualda, dejad de engañar a todo el mundo porque cada vez que vais a un desfile, los que allí transitan son militares, excelentes y abnegados la mayoría de ellos, que viven en condiciones lamentables en muchos casos, que son tratados de forma medieval en no pocas ocasiones y que llevan en la mano un boleto de lotería que ha sido grabado por la muerte en connivencia con unos gestores que reducen los gastos en mantenimiento hasta conseguir hitos que únicamente España posee.
Al Rey
Basta ya de mirar para otro lado porque ha llegado la hora de empezar a investigar lo que sucede en las Fuerzas Armadas, las inequívocas señales que demuestran que la estructura necesita una inmediata regeneración.
Basta ya de dar el pésame en los entierros de los militares, que son sus soldados, que brindan por Usted que es “el primer soldado de España”. Deje de hacerlo porque cada vez que consuela a una madre, a una pareja o a un niño y no hace nada por evitar que la tragedia se repita o que el ministerio les comience a maltratar al día siguiente, cada vez que hace todo eso, lo único que consigue es ganarse la simpatía de muchos ciudadanos y las fotografías y los minutos que muchos medios le dedican casi como si fueran suyos, porque va a terminar por parecer que le importa más que su imagen mejore a que los militares dejen de morir de forma innecesaria.
Basta ya de ponerse el uniforme si no hace nada por evitar estas desgracias que no dejan de golpear a los mismos, deje de hacerlo, por favor. Evítelo, evite esos uniformes de gala que tan bonitos son para una boda o para un evento, porque ser el máximo responsable de las Fuerzas Armadas es mucho más que eso, es mucho más que un puñetero uniforme de gala o un discurso a principios de año. Ser la cabeza visible de las FAS es no permitir que se estén suicidando militares como consecuencia de lo acaecido en Irak o Afganistán, de lo que han visto y sufrido, de lo que les han medicado o del abandono posterior.
Basta ya de su silencio, basta ya de su complicidad… ¡Basta ya! Investigue lo que tenga que investigar, pida los informes que tenga que pedir, haga las auditorías que tenga que hacer y conceda las audiencias que tenga que conceder. Deje de escuchar a todos esos generales que lo único que les importa es el salario a fin de mes, el puesto que puedan conseguir en la industria armamentista y llenar su uniforme de medallas y sus hombros de estrellas. Deje de hacerlo y salga de una maldita vez en público para decir que esto se tiene que acabar, que los militares españoles no pueden seguir muriendo por negligencias o recortes en mantenimiento, que la mayoría de ellos (desde los soldados hasta los oficiales pasando por los suboficiales) son extraordinarios y hacen una labor admirable, hágalo en lugar de seguir dándole la mano al ministro Morenés y a la cúpula militar, a los generales que precisamente han llegado a ser lo que son por ser menos militares que ninguno. Individuos que son capaces de llenar bolsas de cuerpos como si fueran pedazos de carne o acosar vilmente a cualquiera que denuncie o gane un juicio por el mero hecho de recibir una orden o por un sentido de algo que consideran lealtad pero realmente es traición. Militares sin honor que parecen ser más bedeles que marciales, más maleables que honrados, más falsos que valientes, y que han cambiado los valores militares por los valores en bolsa, pero en bolsas llenas de comodidad y monedas. Oficiales a los que he visto delante de un juez mentir u olvidarse misteriosamente de todo como vulgares rufianes, como lo que son.
Basta ya de hacerse fotos con sanguinarios dirigentes que han decapitado a centenares y miles de personas por “delitos” tan terribles como la homosexualidad o el adulterio y que luego dejan sus cuerpos crucificados durante días para que se pudran. Deje de hacerlo por mucho petróleo que tengan o por mucho dinero que ofrezcan y dedique ese tiempo a terminar con las negligencias que tan mortales son para sus soldados.
A todos
Basta ya de ignorar lo que sucede en un ámbito de la sociedad tan importante como las Fuerzas Armadas y que tiene una deuda de 40.000 millones de euros en armamento que no se necesita (y que todos vamos a pagar), consumiendo con ello dinero que se debería de usar para educación o sanidad, y también para mantenimientos y material que no convirtiesen nuestras aeronaves en ataúdes volantes, ni nuestros explosivos en minas más peligrosas que las ponen nuestros enemigos o se desactivan en las guerras, ni nuestros vehículos en cajas mortales.
Basta ya de permitir que las Fuerzas Armadas sigan siendo un reducto de la dictadura, un lugar en el que reír o silenciar las “gracias” de los generalotes como si se tratase de un hijo o un hermano conflictivo, alguien al que es mejor ignorar por el miedo a su reacción.
Basta ya de tolerar que la justicia militar se comporte como si de trileros se tratara, tomando decisiones tan inaceptables como dejar sin condena a los militares que apalearon a prisioneros en Irak.
Basta ya de generales de la Guardia Civil que se gastan 500.000 euros en el servicio doméstico mientras persiguen a la junta directiva de la AUGC (Asociación Unificada de la Guardia Civil) por hacerlo público, por cumplir con su obligación moral.
Basta ya de consentir todo esto sin realizar una miserable manifestación frente al ministerio de Defensa o dejar de votar a los responsables de ello.
Basta ya de toda esta basura y de mucha otra que no puedo seguir relatando porque daría para centenares y miles de páginas.
¡Basta ya!
PD: Ojalá sean encontrados con vida los tres militares desaparecidos y lo sucedido sirva como punto de inflexión.
Luis Gonzalo Segura es exteniente del Ejército de Tierra y autor de las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).