{mosimage}La repetición continuada de imágenes y titulares, en los grandes medios de comunicación, de barcos, barcazas, lanchas hinchables, cargadas hasta los topes de personas migrantes provenientes de Libia, ya no sorprende a nadie. Los puertos de Palermo, Sicilia, Lampedusa fueron el destino final de los más de 2000 muertos que, en lo que va de 2015, pretendieron alcanzar el viejo continente. Ese mismo continente que levanta vallas en las fronteras, encarcelada a refugiados y refugiadas políticas o pone en marcha supuestas medidas de salvamento marítimo que no son sino controles militares que aseguran la fortaleza.
Ni los países de recepción, ni la Unión Europea, ni las agencias internacionales dependientes de las Naciones Unidas tales como la mencionada Organización Internacional de las Migraciones o la ACNUR (Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiadas) han puesto sobre la mesa alternativas, más allá de las represivas, a esta auténtica catástrofe humanitaria que ellos mismos han creado. El arte de separar las causas de las consecuencias prima por doquier en la política internacional. Han olvidado que animaron y alimentaron una guerra que no sólo se ha prolongado en el tiempo sino que, además, ha convertido el Mediterráneo en una inmensa fosa. Porque antes de la guerra del 2011 Libia no sólo no era un país emisor de emigrantes sino, por el contrario, era un país de acogida.
Según el Índice de Desarrollo Humano, informe anual de la Agencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo, hasta el 2011, Libia ocupaba el primer puesto de África en niveles de desarrollo. La esperanza de vida había pasado de 61 años en 1980 a 74 en 2010. La sanidad y la educación eran derechos universales absolutamente gratuitos. Con las mayores tasas de alfabetización y de matriculación en educación básica y universitaria África. En la enseñanza superior era mayor la inscripción de mujeres, hecho absolutamente novedoso en el continente africano. Libia ostentaba los mayores índices de igualdad de género de todo el continente.
Cada nueva joven pareja recibía 50.000 dólares libres de interés para que pudieran construir su nuevo hogar. Los créditos para viviendas y vehículos eran subvencionados con los beneficios del petróleo. El acceso al agua potable y la electricidad cubría todo el país de forma gratuita para ello el Gobierno de Gadafi realizo la obra Hidráulica más importante de la humanidad, el desvió de las aguas fósiles del desierto del Sahara Libio hacía más de 1300 pozos de 500 metros de profundidad.
Fue el primer país en prestar ayuda humanitaria a Serbia tras el fin de las operaciones militares de la OTAN en 1999; Invertía en los países africanos vecinos en proyectos de desarrollo local (infraestructura, comunicaciones, agricultura) que beneficiaban a la población con préstamos sin interés o con tasas de interés muy bajas; Miles de inmigrantes, especialmente de Mali y Chad, eran acogidos en el país y disfrutaban de todos los derechos universales básicos, como sanidad y educación gratuita en todos los niveles de la enseñanza.
Debemos recordar que a la llegada de Muammar el Gadafi al poder en 1969, tras el derrocamiento del rey Idris y la implantación Yamaririya («Estado de las masas»), una suerte de Estado socialista con influencia islámica, Libia era uno de los países más pobres del mundo, Con una reorientación de las políticas exportadoras y de inversión, Gadafi consiguió una nación donde toda la población tenia cubierta las necesidades básicas, siendo, hasta el comienzo de la guerra del 2011 un país exportador de petróleo a Italia, Alemania, España, Francia, Estados Unidos, China, Brasil y otros países.
La intervención exterior dibujo un nuevo mapa de Libia, con ejércitos y milicias enfrentadas y dividiendo el país en una guerra interminable, una gran cantidad de armas, entregadas a los mercenarios o robadas de los arsenales estatales salieron de Libia, exportando la guerra a Mali. Miles de muertos, hay autores que hablan del 8% de la población civil, en un país de apenas seis millones y medio de habitantes, se han ocasionado por los diferentes bandos en conflicto, todos intentando controlar las ciudades portuarias y aeroportuarias y, como no, las zonas de yacimientos petrolíferos. El consenso nacional que vendían EEUU, la Unión Europea y la propia Naciones Unidas no era más que una película con el peor estilo de Holywood como lo demuestra el hecho de que hoy existan 2 parlamentos, uno en Trípoli y otro en Trobuk. La población Libia ha perdido todo el bienestar que le costó 40 años alcanzar y ahora llenan barcos de pobres que se ahogan en el mar o que son devueltos, en cuanto tocan tierra europea, al mismo infierno. La Unión Europea y toda la Comunidad Internacional, sigue cerrando los ojos a un conflicto que ellos y sus aliados yanquis generaron a sólo 350 kilómetros de sus costas. No podemos menos que recordar a Aimé Cesaire cuando en su obra “Discurso sobre el colonialismo” afirma: “ Esta Europa, citada ante el tribunal de la «razón» y ante el tribunal de la «conciencia», no puede justificarse; y se refugia cada vez más en una hipocresía aún más odiosa porque tiene cada vez menos probabilidades de engañar. Europa es indefendible.”