Julián Ayala Armas
{mosimage}En una de mis intervenciones en la segunda asamblea por la unidad popular, celebrada en Santa Cruz de Tenerife el pasado sábado 25 de julio, me referí a la necesidad de extender la idea y el movimiento por otros municipios y sectores sociales y políticos de la isla. Para ello apelé a la iniciativa personal de las y los allí presentes, varios de los cuales procedían de localidades distintas a la capital tinerfeña, de donde eran la mayoría de los asistentes. Intentaré desarrollar ahora lo que entonces esbocé de forma improvisada.
Concibo la Asamblea de Ahora en Común Tenerife –así se decidió denominarla de ahora en adelante– como una fuente irradiadora de ideas y principios reivindicativos y estratégicos, que deben concretarse a lo largo de un proceso abierto, democrático e inclusivo. Nadie sobra en este proceso que, con las elecciones a la vuelta de cuatro o cinco meses, no puede dilatarse más allá de finales de septiembre.
Por eso es necesario poner todas nuestras fuerzas en tensión, las colectivas y las individuales. Y es aquí donde apelo a la imaginación y la iniciativa personal. No debemos esperar a que nadie (la asamblea, aunque sea nuestra asamblea, las comisiones, los partidos, etcétera) nos marque instrucciones precisas sobre cómo actuar para extender la inquietud y la idea de la unidad popular. La misión de la asamblea, la coordinadora y demás organismos afines es sentar pautas generales, recoger iniciativas (tanto programáticas, como de organización y materialización concreta de actividades) y encajarlas en el proyecto común. Pero esas iniciativas las tenemos que idear y llevar a la práctica nosotras y nosotros por nuestra cuenta: en nuestras familias, en los lugares en que nos reunamos con nuestros amigos y conocidos, en nuestros barrios, en nuestros centros de trabajo, en nuestros pueblos.
Un antiguo lema del movimiento obrero dice que “la liberación de los trabajadores será la obra de ellos mismos”. El progresivo deterioro, burocratización, anquilosamiento y desvío de sus ideales originarios producido en las organizaciones (partidos y sindicatos, especialmente) encargadas de llevar a la práctica esa idea primigenia, han hecho de la misma una especie de tópico desprestigiado. Pero si nos fijamos, el sentido de esa frase es el que ahora se ha traducido por empoderamiento ciudadano. La emancipación de los de abajo, del pueblo trabajador que sufre las desigualdades impuestas por un sistema que prima la posesión de riqueza de unos pocos por encima de cualquier consideración de bienestar y derechos de la mayoría, será obra de los de abajo, o no será. Ya está bien de intermediarios: Nosotras y nosotros tenemos que ser los principales artífices de nuestra liberación.
Rosa Luxemburgo, una gran teórica y activista (entonces se llamaba militante) del movimiento socialista emancipador (no confundir con la socialdemocracia que ha acabado siendo uno de los pilares del capitalismo), asesinada en Berlín en 1919 por ser coherente con sus principios, nos dejó una formulación teórica, fruto de sus reflexiones sobre la revolución de 1905 en Rusia: la acción revolucionaria espontánea de las masas. Esa concepción fue ninguneada y sepultada por los partidarios del socialismo autoritario, como desviación romántica anarcoide y contraria a lo que entonces se llamaba “socialismo científico”.
Pero lo que se expulsa por la puerta de la historia suele entrar tarde o temprano por alguna ventana de la misma, mientras continúen las causas de la opresión social generadoras de la consiguiente rebeldía de quienes la sufren. Lo que hoy se llama desborde social de los cauces impuestos al movimiento por las instituciones consolidadas del mismo (partidos, sindicatos, organizaciones sociales varias) está emparentado con aquella idea de Rosa la Roja, aun considerando que ahora estamos muy lejos de una situación pre-revolucionaria como la que originó sus reflexiones.
Hay que tener en cuenta también que el movimiento social reivindicativo en nuestro país no está en un momento de auge. El ciclo de movilizaciones masivas, que entre nosotros se abrió con Asamblea por Tenerife, en el 2004, concluyó hace pocos años, y el que se produjo en todo el estado en 2011, con el 15M, se encuentra hoy en situación de reflujo, esperemos que transitoria.
Aunque es sabido que la organización tiene un desarrollo mucho más potente en períodos de lucha que en períodos de calma, en estos momentos la realidad se impone. No nos es dado escoger las circunstancias ni el lugar de la batalla, pero no podemos eludir ésta. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y debemos algo muy importante a los movimientos sociales citados: el haber sembrado en la conciencia colectiva de amplios sectores de la mayoría social de nuestro país que la llave de la emancipación está en nuestras manos. Usémosla para abrir la puerta de la libertad y la igualdad, de los derechos humanos, de la consecución de un mundo mejor para todos y para todas.
Es posible y está a nuestro alcance.