Ramón Trujillo. Coordinador de Izquierda Unida Canaria y concejal electo al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife
{mosimage}Que no. Que no son demócratas. Que el movimiento se demuestra andando. Que no vale decirse demócrata y ser cómplice de la ley electoral que infla el valor de unos votos y minimiza el de otros. Que en Canarias no somos iguales ante las urnas. Que aquí es ley electoral lo que debiera ser delito electoral.
La degradación autoritaria de Canarias es de tal magnitud que, cuando se le preguntó al presidente del Parlamento autonómico, Antonio Castro, su opinión sobre la fórmula un canario un voto respondió que le “ofende”. ¿Imaginan que le preguntaran a quien preside el Parlamento de Francia qué opina de “un francés, una francesa, un voto”? Ni la ultraderechista Marine Le Pen se atrevería a decir que le ofende. Pero el presidente del Parlamento de Canarias da una respuesta propia de un dirigente neonazi y nadie repara en ello.
En las elecciones autonómicas del pasado día 24 de mayo el partido más votado en Canarias quedó en segundo lugar. El segundo más votado quedó en tercer lugar y el tercero más votado obtuvo la mayor cantidad de representantes. Éstas son las matemáticas tongocráticas del ultracaciquismo ultraperiférico. Y es que las instituciones democráticas canarias son de carácter ceremonial. Recuerdan a aquellos indígenas de Papúa Nueva Guinea que construyeron un aeropuerto, con cañas y restos de maleza, a ver si les aterrizaba algún avión con destino a un aeropuerto de verdad y, de ese modo, se hacían con sus mercancías.
La tongocracia ultraperiférica ha hecho su pseudodemocracia, también con cañas y restos de maleza, a ver si les dan el certificado de demócratas de verdad y les homologan sus matemáticas de dos y dos son seis para CC, PP y PSOE y de dos y dos suman dos para el resto.
Sin embargo, a veces, hay excepciones al oligopolio tripartito de beneficiarios del fraude electoral legalizado. Éste ha sido el caso de la vía gomera al socialismo de Casimiro Curbelo, que ha obtenido tres escaños, con el 0,5% de los votos, mientras que Ciudadanos se quedó sin acceder al Parlamento con diez veces más votos. El ultratongazo ultraperiférico legitima que con diez veces menos votos saques tres veces más escaños.
Si le dices que dos y dos son cuatro el despotismo ultraperiférico te habla de triple paridad. Si le dices que en ningún lugar del mundo hay una barrera electoral del 30% te contesta que habría que modificarla en la próxima legislatura. Y esto ya sabemos que es el eterno viaje al horizonte: cada vez que das un paso, el horizonte se aleja un paso.
La usurpada soberanía ultraperiférica canaria reside, en el mundo real, en los representantes. Por eso, los representantes han prohibido a los representados que puedan proponer una iniciativa legislativa popular para cambiar su ley electoral, su fraude legalizado, su delito elevado a rango de ley, su crimen fundacional repetido cada cuatro años.
Nuestros caciques de CC, PP y PSOE decidieron que, una parte del pueblo canario, votaría como si votara varias veces y que, otra parte de la ciudadanía, tendría sólo una fracción de voto. No hay que darle más vueltas: desprecian la democracia y se inventan una supuesta idiosincrasia canaria para sostener que el principio de una persona un voto no es aplicable a Canarias. Y es que nuestros caciques vegetan en el período jurásico de la democracia. Aquí no se han extinguido los dinosaurios.
Nos han impuesto una ultraperiferia mental en la que sobra la democracia. Pero ya ha llegado la hora de no permitirles que nos hagan e impongan nuestras reglas del juego democrático. Pues, en democracia, hacer las reglas del juego no es tarea para tahúres.