Algunas reflexiones del embajador de la República Argentina ante la Santa Sede
Eduardo Félix Valdés*
{mosimage}Con la canonización este sábado del obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, en mayo se llega al punto más alto del concepto de “tender puentes y derribar muros” que se respira en la Santa Sede, al que se agregan el anuncio de beatificación a Monseñor Enrique Angelelli y a Dom Helder Cámara, la presencia en el Vaticano del fundador de la Teología de la Liberación Gustavo Gutiérrez y los históricos encuentros de Francisco con los Presidentes palestino Mahmud Abbas y con el cubano Raúl Castro.
“Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista”, Helder Cámara, Obispo de Olinda y Recife (Brasil) entre 1964 y 1985, en proceso de beatificación con expediente abierto el 3 de mayo pasado.
“Hay que tener el oído atento, siempre puesto a lo que dice el Evangelio y a lo que dice el Pueblo”, obispo argentino Enrique Angelelli, asesinado en La Rioja el 4 de Agosto de 1976 por la dictadura militar con apoyo de un grupo denominado “Cruzados de la Fe” y en proceso de beatificación por martirio desde el 10 de mayo último.
“La Justicia es igual a las serpientes, solo muerde a los que están descalzos; si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, monseñor Óscar Arnulfo Romero, obispo salvadoreño asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba misa en una capilla de un hospital de San Salvador, beatificado este fin de semana.
“Sí. Ha caído un muro”, afirmó el sacerdote peruano autor de la Teología de la Liberación, Gustavo Gutiérrez, en pleno Vaticano el propio día 12 de mayo.
Si bien pronunció la frase en referencia a los procesos de beatificación de los obispos Óscar Arnulfo Romero, este fin de semana, y Enrique Angelelli, en curso desde el 10 de mayo por impulso concreto del papa Francisco, su presencia en la Santa Sede fue, en cierto modo, la caída de un otro muro en el Vaticano.
“Ha cambiado el sentido del martirio. Normalmente se es mártir porque se es asesinado ‘en odium fidei’ (en odio a la Fe por profesantes de otra Fe), pero este no es el caso de Romero ni de Angelelli. Fueron asesinados por que se decían cristianos. Como decía el documento de Aparecida fueron asesinados por seguir a Dios, a la Iglesia y al pueblo. Es muy interesante. Es una extensión del significado del martirio. Ofrecieron testimonio de la justicia y de la dignidad humana.”, explicó.
Efectivamente, la ola de dictaduras que plagaron nuestra región en las décadas del los años 70 – 80 declaraban actuar en defensa de la civilización occidental y cristiana. En cambio, en nombre de esa defensa, vulneraban los principios más básicos del cristianismo y de la doctrina social de la Iglesia, como el respeto a la dignidad de la vida humana y la misericordia y el amor al prójimo, matando, torturando, oprimiendo y explotando a los pobres en nombre de sus intereses económicos. Para justificar la acción de estos asesinos los denominaban “Obispos rojos”: se los acusaba de ser “marxistas”.
En esa línea, el postulador de la canonización de Romero, Monseñor Vincenzo Paglia, declaró que “al igual que otros sacerdotes en la América Latina de aquellos años, (Mons. Romero) fue víctima de un sistema oligárquico formado por personas que se profesaban católicas y veían en él un enemigo del orden social occidental y de lo que ya Pio XI, en la Quadragésimo anno, llama ‘dictadura económica’”.
El proceso de canonización de Monseñor Romero fue descongelado por el Papa Francisco al igual que, como manifestó el Obispo de La Rioja Monseñor Marcelo Colombo, para la beatificación de monseñor Angelelli fue decisiva la inclusión de dos documentos que el Santo Padre le envió para presentar ante los tribunales argentinos, donde Angelelli le confiesa al Cardenal Pironio que le acababan de matar a dos sacerdotes y que temía por su vida ante las amenazas.
Con esas acciones, en nombre de estos valores universales de “Justicia y dignidad humana”, el Santo Padre logró construir puentes y derribar los muros que enfrentan a los pueblos y actuar directamente como mediador en los conflictos más sensibles del escenario mundial.
A mediados de mayo Francisco recibió en el Vaticano al líder palestino Mahmud Abbas, en vista del reconocimiento de la Santa Sede al Estado de Palestina, calificándolo como un “ángel de la paz” para la Tierra Santa, y al día siguiente canonizó a dos monjas de origen palestino.
Una semana antes, había recibido al líder cubano Raúl Castro quien públicamente le agradeció al Santo Padre por su “contundente” contribución al histórico restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos” y llegó a prometer: “si el Papa sigue hablando así yo volveré a rezar”.
Así, del impulso a las beatificaciones de los mártires latinoamericanos al trabajo por el acercamiento entre los pueblos, estos días han sido una viva muestra de la apuesta papal por la paz. Y si hace 47 años, en otro mayo histórico, las reivindicaciones apuntaban a ser “realistas y pedir lo imposible”, en este mayo Vaticano Francisco convierte en reales algunos de esos retos que parecían imposibles con su mensaje de una “Iglesia de los pobres y para los pobres”, personificada en la figura de Monseñor Romero.
* Embajador de la República Argentina ante la Santa Sede