Santiago Pérez García
{mosimage}Nunca debieron imaginarse, quienes siempre han mandado –desde La Palma y Tenerife– en Coalición Canaria, que algún día lograrían someter al PSC-PSOE como lo tienen sojuzgado desde algún tiempo a esta parte. Ya sólo les falta darle p´atrás y del revés a la moviola de la historia y declarar solemnemente a La Palma y Tenerife, Islas de Señorío. De señorío de ATI y de API.
Tan envalentonados están ante el vasallaje de los Spínola, Cuz, Pérez y compañía, que hasta Ruano se atreve a reclamar el derecho de pernada sobre La Laguna.
Considerar una agresión a Coalición Canaria la posibilidad de que en el Ayuntamiento de la Plaza de Abajo (la del Adelantado para los de afuera) se elija un alcalde con apoyo de una mayoría absoluta 14 concejales de Unid@s Se Puede, PSOE y XTF-NC es una payasada, propia de quien se ha llegado a creer un sabio, a base de habitar desde hace años un ambiente yermo de cultura democrática. Y un desprecio al pueblo de La Laguna.
Hay desde siempre dos condiciones no escritas, que Coalición Canaria impone para empezar a empezar a elegir pareja de baile en la política canaria: la primera, que el sistema electoral más antidemocrático del mundo civilizado ni tocarlo. Porque es la última garantía de su hegemonía, y la de los intereses que representa, sobre las Instituciones del Archipiélago. La que les permite presidir el Gobierno con independencia de que sean la primera, la segunda…y, a partir de ahora, la tercera fuerza política en número de votos en las elecciones autonómicas.
La segunda condición que debe aceptar todo pretendiente a “tocar gobierno” consiste aceptar que La Palma y Tenerife son el coto de caza privado, la finca particular, el feudo de Coalición Canaria. Ya no sólo prohíben al PSOE que pacte con el PP en estas Islas, reservando a Coalición la constante centralidad política. Mucho más allá, se atreven a imponer a los socialistas la renuncia a la consigna que Pedro Sánchez está lanzando a los cuatro vientos, con la vista puesta en las elecciones generales: la de formar gobiernos progresistas en los Ayuntamientos.
De forma que lo que vale en Las Palmas de Gran Canaria, a partir de los “elementos comunes” que Augusto Hidalgo encuentra entre Podemos, PSOE y Nueva Canarias, no valga en La Laguna.
En La Laguna, los votantes han puesto sobre la mesa dos datos difícilmente cuestionables: CC ha perdido casi la mitad de sus concejales, lo cual sólo ocurre excepcionalmente, ya que la competición política en los Ayuntamientos está tremendamente escorada a favor de quien desempeñe la alcaldía. Por eso siempre he dicho que la única cosa más difícil que ganar las elecciones municipales desde la oposición, es perderlas desde el poder de la alcaldía.
El otro dato, que no se daba desde 1979, es que los concejales de las candidaturas que se definen como progresistas constituyen la mayoría absoluta.
Por tanto, anunciada la abstención de Ciudadanos, la suma CC-PP (11), o la de CC-PSOE (12), solo da para sustentar gobiernos minoritarios.
Si la camarilla que dirige al PSC-PSOE acepta las imposiciones humillantes de Coalición Canaria, la autonomía lagunera y la voluntad de los ciudadanos van a ser secuestradas. La mayoría de los votantes, que han votado progresista, quedará frustrada.
Y si el PSOE lagunero se ve obligado a mantener en la alcaldía a una Coalición Canaria con sólo 7 concejales, después de 28 años –menos un paréntesis de 23 meses– de tener cogido por el mango la sartén del Ayuntamiento, los socialistas laguneros tendrán un problema. Pero será su problema, porque estarán aceptando que La Laguna es una heredad de Oramas y sus sucesores.
Lamento de veras no poder ayudarles a resolver ese problema, porque es el mismo que me llevó a abandonar un Partido cuyos ideales he compartido tantos años y no he dejado de compartir.