Antonio Morales Méndez. Alcalde de Agüimes
{mosimage}Desgraciadamente, los indicadores medioambientales, sociales y económicos de Gran Canaria no son como para tirar voladores. Somos los primeros en emisiones de CO2, en consumo de territorio y en cifras de paro y pobreza. Esta isla demanda urgentemente alternativas económicas viables y fiables: propuestas de desarrollo social y económico innovadoras. Y de obligaciones morales. Estamos agotando los recursos naturales a un ritmo endiablado.
Tenemos que avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible tal y como nos lo advierte la comunidad científica internacional (y la nuestra, también). Tenemos que trazarnos objetivos que nos lleven a conseguir una isla ecohabitable, sustentada en el equilibrio entre la sociedad, la economía y el medio ambiente. Desafortunadamente, el término sostenible se está prostituyendo a marcha martillo. Y ya lo usan con desparpajo aquellos que consideran que no se deben controlar los usos del territorio, ni la economía especulativa, ni las afecciones medioambientales, ni las emisiones contaminantes…Los que consideran que el mercado se regula por sí mismo. Los que piensan que el crecimiento económico a cualquier precio no debe ser controlado por las administraciones ya que supone una injerencia de lo público en la economía.
Si no compatibilizamos desarrollo con sostenibilidad real estaremos propiciando una isla que irá perdiendo irremediablemente sus atractivos y sus posibilidades de supervivencia. No podemos aceptar que nuestro desarrollo socieconómico se mida solo a través del PIB, sin tener en cuenta otros indicadores que miden el desarrollo humano (IDH), el progreso genuino (IPG) o los valores que nos conforman (EMV). Los indicadores de riqueza no pueden sostenerse a costa del capital natural y social de una comunidad.
Por eso hablo de una propuesta de ecoisla para Gran Canaria, a modo de las ecociudades que se extienden por el mundo con la pretensión de conseguir espacios más habitables. El Cabildo debe tener esa vocación, para reafianzar la cercanía como la célula fundamental de la democracia, para reforzar nuestras potencialidades y nuestras posibilidades de futuro. Y para eso es necesario interiorizar una manera distinta de hacer política y de gestionar los recursos públicos acudiendo a la economía verde, la economía circular y la economía social. Alentando una economía verde que facilite y potencie el consumo de productos que menos impacten en el medio, las energías limpias, el transporte sostenible, la agricultura ecológica e integrada; ahondando en una economía circular que recurra al reciclado y al tratamiento limpio de los residuos y a la mejora de la economía reduciendo el agotamiento de los recursos, que procure la innovación y el conocimiento, que garantice la seguridad de los suministros de lo que necesitamos para nuestra subsistencia, que limite el impacto en el medio de los modos de producción… y, finalmente, consolidando una economía social que facilite la creación de cooperativas, empresas de trabajo asociado, ONG, bancas éticas, empresas microeconómicas que primen la ética y las personas frente a las ganancias especulativas…
Es la manera de caminar hacia una isla más humana y habitable.
El transporte colectivo y el individual constituyen uno de los elementos que más influyen en el consumo de energía y la contaminación del aire, de la que derivan problemas de salud y mediambientales. Debemos facilitar con ayudas públicas el uso de coches eléctricos con puntos de recarga dispuestos por todo el territorio, el uso compartido de los vehículos, la potenciación de los carriles bici insulares, el transporte público sostenible…
El paisaje es el fiel reflejo del tratamiento de la ciudadanía y las instituciones al medio físico y forma parte indisoluble del patrimonio natural y cultural de nuestra isla. Debemos tomar conciencia del territorio como un recurso frágil y plantear su protección estratégica como un valor ecológico. El urbanismo y la planificación urbanística deben adaptarse a la realidad climática, paisajística y cultural. No puede ser el instrumento para la especulación pura y dura al que se ha recurrido tantas veces.
La reforestación de Gran Canaria, la protección de su biodiversidad y del patrimonio de la biosfera, la preservación de los ecosistemas, los valores culturales y naturales, el respeto necesario y compatible con los usos del sector primario (agricultura, ganadería, artesanía, pesca…) son elementos esenciales para una isla sostenible. Nuestros montes fijan el 11% de los gases que emitimos a la atmósfera, son nuestros mayores activos para luchar contra el calentamiento global.
El turismo ecológico, el turismo verde, el turismo cultural, el agroturismo, el astroturismo y muchas otras variables sustentables deben ser un reclamo para un público potencial cada vez más exigente con la preservación del medio. Gran Canaria reúne unas extraordinarias condiciones climáticas para atraer turistas de distintos lugares del mundo que valoren la protección del paisaje y el medio rural, el uso de las energías renovables, la cultura, la gastronomía, el patrimonio histórico, el bienestar social de la población receptora…. Debemos ser ambiciosos y procurar ser lideres en un turismo alternativo de calidad, potenciando las infraestructuras turísticas verdes (hoteles con consumo de fósiles casi nulo, instalaciones de arquitectura verde y bioclimática..) y la renovación de las plantas alojativas y los espacios públicos con criterios de sostenibilidad…
Las energías limpias deben ejercer un papel de centralidad porque lo condicionan todo. Porque también la mayor parte de nuestra huella ecológica es energética. La eficiencia, el ahorro, el autoconsumo, la generación distribuida y cercana… la investigación y potenciación de las renovables hasta alcanzar la soberanía energética, el aprovechamiento de nuestros recursos naturales en un sistema aislado, la investigación, la creación de industrias para la fabricación de elementos, el ensamblaje y el mantenimiento, deben convertirnos en referencia mundial de autosuficiencia energética para las islas del mundo. Debemos crear un consorcio insular público para gestionar una parte de las renovables y crear un Consejo Insular de la Energía que profundice en el binomio agua –energía para que la potabilización y la depuración de aguas no dependan de los combustibles fósiles.
El reciclado, la transformación y el aprovechamiento de los residuos deben ser una preocupación fundamental para el Cabildo y los ayuntamientos. Los vertederos del Salto del Negro y Juan Grande están llamados a convertirse en ecoparques insulares ejemplares.
El sector primario y la protección del medio rural han retrocedido en los últimos años de una manera brutal. Dependemos para alimentarnos en un 90% del exterior. Debemos insistir en la agricultura ecológica e integrada, en el apoyo a las razas ganaderas autóctonas, en el apoyo al mundo rural, el apego al territorio y a las explotaciones familiares, en la compra pública responsable, en el uso sostenible de los productos fitosanitarios, en la creación de polígonos agropecuarios y en la implantación de estructuras de apoyo como la antigua Sialsa, desaparecida por los embates neoliberales del señor Soria…
La sociedad del conocimiento y la I+D+i deben jugar un papel estratégico en la búsqueda de un modelo de desarrollo sostenible. En la innovación económica y tecnológica. En la investigación en el campo de la energía y la alimentación. En la eliminación de la contaminación residual de nuestros suelos. En la depuración y la desalación del agua. En el turismo verde. En la biotecnología azul ligada a las microalgas, macroalgas, protección de la biodiversidad, agricultura ecológica…
Pero no puede haber sostenibilidad si no se plantea a la vez un ataque frontal a la pobreza y el desempleo. Sin que la justicia social, la igualdad y las políticas redistributivas formen parte de los objetivos del desarrollo económico. Una sociedad sostenible debe estar soportada en más democracia, honradez y transparencia. Debe plantear una defensa a ultranza de lo público para fortalecer la educación y los valores, la cohesión social que procure la participación ciudadana, la defensa de lo colectivo y la complicidad de la ciudadanía. Que forje ciudadanos críticos y vigilantes. Organizados. El desarrollo sostenible de Gran Canaria debe ser un reto compartido.