Manolo Cabrera Hernández. Militante sindical
{mosimage}Ante la presencia de las diferentes opciones políticas que definen sus estrategias frente las cercanas convocatorias electorales, asistimos al viejo debate sobre confluencias, alianzas y características de la participación y el compromiso militante. Soy de los que creen que, en la ardua tarea de construcción de alternativas para anteponer al bloque dominante, es necesario aportar ideas que faciliten el duro camino hacia la transformación de las estructuras de dominación. Sólo una discusión sana, liberada de prejuicios y sectarismos, puede enriquecer un debate abierto, desarrollado en el territorio común de las ideas. Escribo estas líneas bajo la lógica de la discusión con argumentos. No conozco otra fórmula para avanzar.
Y en el otro lado, multitud de personas, grupos, organizaciones, partidos, sindicatos de clase y opciones nacionalistas populares a los que, por lo menos en teoría, nos une el común anhelo de construir una sociedad más justa. En los últimos tiempos, brotando desde las cenizas incandescentes del movimiento 15M, una nueva organización, Podemos, ha surgido con la aspiración de aglutinar la rabia acumulada durante el calvario de recortes al que nos ha llevado este sistema criminal y depredador. En este sentido, esta nueva alternativa, con amplia aceptación popular, aporta una fórmula creativa e inédita para la construcción de una organización horizontal y abierta.
Como producto de la eterna confrontación dialéctica, Podemos brota desde la movilización social, consecuencia, a su vez, de la crisis socioeconómica y las propias contradicciones del neoliberalismo, que jamás renunciará a dirigir el bloque hegemónico de dominación. Pero caeremos en un error de partida si se considera que esta nueva organización se constituye bajo las estructuras del partido clásico. A mi juicio, ese error es el que está llevando a que, desde diferentes ámbitos, se estén cuestionando sus procedimientos, sus estrategias y confluencias con otras organizaciones de la izquierda. Podemos es la consecuencia de una amplia movilización ciudadana; la respuesta a la brutal agresión del sistema económico imperante. El 15M generó una profunda desconfianza hacia los partidos clásicos, hacia la desprestigiada, desgastada y vieja política, lo que impidió que fraguase una mínima estructura organizativa que aglutinase aquella efervescencia transformadora. Se necesitaba una construcción organizativa a la inversa, un punto de encuentro en el que pudiesen participar todos los sectores afectados, con el sólo requisito del interés por transformar el orden establecido. Podemos intercala un novedoso sistema de participación directa, a través de una inscripción sencilla, para que sea la propia población quien elija a sus candidatos. La fórmula tiene sus riesgos: abrir las puertas incluye el peligro del oportunismo y la utilización de la nueva estructura con fines partidistas, y el posible arribo de personas de dudoso perfil o comprometidas con el viejo régimen. Pero todo proceso de transformación social contiene, por naturaleza, su propio mecanismo de depuración; la historia está llena de ejemplos. En todo caso, afirmo que es mayor el beneficio que el riesgo. Ningún sistema es puro. Lo ideal sería una amplia coalición de izquierdas, pero pasan los años y ese objetivo siempre queda truncado; alejado en el horizonte de las utopías. ¿Nos cruzamos de brazos mientras tanto?
Los que nunca intentan nada son los que jamás se equivocan; y en todo proceso de transformación social no hay sistema perfecto, todo es mejorable. Escucho opiniones a favor y en contra de la confluencia Podemos-Si se puede, y, para no variar, las peores críticas llegan desde sectores de la propia izquierda. No tengo un conocimiento objetivo que me permita llegar a conclusiones certeras respecto a la pureza del procedimiento de primarias y del propio desarrollo de confluencia de las dos organizaciones; es probable que haya habido precipitaciones y errores, pero para algo están los mecanismos de impugnación y las revisiones consiguientes, si es que algo no se ha hecho de forma transparente. En todo caso, me parece excesivo utilizar términos como “oportunismo” y “manipulación”.
No soy afiliado a Si se puede, pero hace años que conozco bien a varios de sus componentes. Todos atesoran un amplio recorrido de compromiso y lucha militante; y me parece injusto no reconocerle un trabajo más que digno; horas de dura dedicación, enfrentando el rechazo de las instituciones y, en ocasiones, incomprendidos por los que, en teoría, somos compañeros de viaje. En un contexto en el que la mayoría de la sociedad vive de espaldas a la militancia y al compromiso, no podemos rechazar a quienes renuncian a su tiempo libre, dedicando su vida y esfuerzo en la transformación de las estructuras, sean de Si se puede, o no. Es normal que se pueda estar en desacuerdo con las estrategias y las formas, pero lo correcto es hacerlo desde el debate y la sana crítica, no desde el rechazo y la exclusión. Todos y todas somos necesarios si queremos revertir la indigna situación social que nos acosa, si queremos hacer realidad la afirmación contenida en una canción de Calle 13: “Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden”
“Hago falta…yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy…falta mi cara en la gráfica del pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo…los ojos míos en la contemplación del mañana…mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos
Alfredo Zitarrosa. “Guitarra Negra”