Eloy Cuadra
{mosimage}San Borondón, leyenda antigua que habla de una isla canaria que aparece y desaparece entra la espesura de la niebla y el arbolado mar. Isla y magia, utopía, misticismo, una quimera, no se ve cuando se la busca, y aparece cuando no la buscamos. Para los isleños de estas tierras San Borondón representa hoy más que nunca la propia vida: inestable, líquida, cambiante, en la que de repente lo tienes, y de repente lo has perdido todo.
Y un día te enteras que la radio ha sido denunciada por el Gobierno de Canarias por faltarles una licencia, y nunca te esperas, y es que uno no imagina que esta gente pueda caer tan bajo en su condición. Aún menos cuando ves la chapuza descarada que hicieron en el último concurso de frecuencias de radio, de hace unos años, archidenunciado y parado en más de una instancia, en el que un tal Fernando Ríos Rull ahora de moda por abandonar Coalición Canaria y postularse para Podemos, como miembro entonces del Gobierno de Canarias y presidente de la mesa que hizo el reparto no tuvo escrúpulos -se ve que no los tiene para casi nada- y le concedió nada menos que 32 emisoras de FM a un amigo del Presidente Paulino y otras tantas a un empresario de apellido rimbombante, dejando sin licencias a un centenar de radios de toda Canarias, entre otras, radios tan ilustres y arraigadas como radio El Día, Pulso Radio o la propia radio San Borondón.
Y así llegamos hasta hoy, y de entre las ciento y pico sin licencia sólo cinco radios han sido al parecer denunciadas. ¿El criterio de selección de estas cinco? No se dice, no se sabe, pero está claro. No hace falta pensar mucho, no se puede tener tanta cara. Aunque visto lo visto sí se puede, ellos pueden, se llama impunidad. Y a San Borondón 100.000 euros le piden, de aval, un dinero que no tienen ni podrán conseguir. Si no hay ese dinero en unos días la radio puede ser cerrada. Si eso ocurre el crimen se habrá perpetrado y nada importará ya lo que pase después. Será como con esos condenados a muerte de EEUU que años después de ser ejecutados se descubre que eran inocentes. Es tanta la impotencia, es tanta la injusticia, y además te preguntas… ¿es en verdad necesario? ¿Es acaso radio San Borondón un emporio de la comunicación que amenaza con sacudir los cimientos del sistema entero? ¿Es que no controlan ya los afectos al poder mil empresas, radios, periódicos y maneras de influir en la gente? ¿No tienen ya bastante que tienen que ir también a cargarse a la radio que da voz al agricultor, al taxista, a la asociación del barrio más humilde, al partido que nadie quiere y ya no está de moda, al poeta olvidado o al escritor que nunca vendió? Entonces, me acuerdo de cuando trabajaba como agente de represión del Estado, nunca me gustó ver a compañeros esmerarse aplicando sanciones a los más humildes por pequeñeces cuando se hacía la vista gorda con los abusos de los poderosos. En serio, nunca entendí esos comportamientos, quizá porque nunca he entendido cómo funciona el mundo. Y así, a mi modo de ver, lo que hacen con radio San Borondón, lo que quieren hacerle es más o menos lo mismo, ensañamiento sin justificación, sin honra y sin razón, una mordaza vergonzante.
En este punto, a mis amigos de radio San Borondón, siento no haber podido hacer más, con todas las veces que ustedes han sido altavoz de las causas y proyectos que yo representé. Así, que quede al menos esta declaración pública, y si aún queda alguien ahí afuera que crea que se puede luchar por el derecho "a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión" tal como reza en el artículo 20 de la Constitución Española, si alguien cree que hay algún derecho ciudadano en esa Constitución que no esté ya únicamente en el papel, no se quede al margen, porque, como dice y pinta ese genial filósofo, El Roto, "cada vez queda menos margen para mantenerse al margen".