Antonio Aguado Suárez. Veterano militante del Partido Socialista Canario-PSOE
{mosimage}Debido a las circunstancias me encontraba ese día en Madrid y fue la única vez que he estado en el interior del Congreso, Jerónimo Saavedra me consiguió una de las últimas invitaciones disponibles para asistir a la investidura a la presidencia del gobierno de Leopoldo Calvo. Cuando llegué a la zona alta del hemiciclo reservada para los invitados, no había ningún asiento disponible y me puse delante entre la barandilla y una columna, al lado mío estaba sentado Cecilio Valverde, entonces presidente del Senado.
Nos obligaron a situarnos todos en el pasillo donde estábamos en la planta alta, al principio estuvimos callados y mirándonos unos a otros, pero después de un rato y como nos encontrábamos solos, debido que únicamente en esa zona se quedaron un par de guardias civiles custodiando la bajada, pues la gran mayoría se dedicaron a vigilar a los diputados y personal de la Cámara. Fue cuando empezamos a hablar entre nosotros haciendo valoraciones de por qué y como se había producido la situación que estábamos viviendo. Al rato abrí una puerta que estaba atascada y al entrar comprobé que era unos servicios inutilizados, pero debido a que tenía una pared que dotada con cristaleras daba al exterior de la calle, me impresionó desagradablemente ver la llegada de fascistas cada vez más con sus gritos y banderas. Estuve detenido hasta las 10,20 de la noche y cuando al final pude salir, mi preocupación pensando que la ejecutiva estaría reunida, era ponerme en contacto con el Partido en Canarias. Lo intenté desde una cabina telefónica cerca del Congreso, pero las líneas estaban todas saturadas, hasta que después de varios intentos conseguí hacer la llamada pero sin recibir ninguna contestación.
En mis visitas a Madrid solía quedarme en el piso que tenía en la calle Príncipe de Vergara la Federación de Sanidad de la UGT, gracias a su secretario general el compañero y amigo Salvador García Carrillo, pero en esa ocasión como estaba ocupado por otros compañeros, tuve que quedarme (fue la única vez), en una habitación de las que ocasionalmente alquilan familias que tienen sus viviendas al lado del Hospital Gregorio Marañón. Traté de llegar a esa dirección por mediación de algún transporte público, pero el metro estaba cerrado y no había guaguas ni taxis circulando y estaban las calles todas vacías. No me quedaba otro remedio que desplazarme caminando y así lo empecé a hacer, hasta que casualmente pasó un taxi y estaba vacío. Paro y le dije al taxista a donde me dirigía, al momento empezó a increpar a los golpistas y eso por primera vez desde que comenzó el golpe de estado me tranquilizó,. La casualidad es que era un compañero de la UGT, claro está sobre la marcha me identifiqué y le planteé ir a la sede de nuestra organización de la Avenida América. Llegamos y después de mucho insistir nos dimos cuenta que en su interior no había nadie.
Tomás así se llamaba, no era militante del PSOE pero cuando le dije que yo si lo era, accedió a mi solicitud para ir a su sede que entonces estaba situada en la calle Santa Engracia. Nos ocurrió lo mismo que en la de la UGT. Después de éstos intentos infructuosos, le dije que me llevara a la vivienda donde me iba a quedar, así lo hizo y cuando llegué pasada la medianoche, me encontré en el salón con la familia esperando el discurso del rey, no les conocía di las buenas noches que no me contestaron porque estaban ansiosos para saber que iba a decir el monarca y me fui a la habitación. Lógicamente por todo lo que en tan poco tiempo me había pasado no podía conciliar el sueño y menos cuando al momento y después de ver y oír al rey en su breve intervención, empezó aquella familia a gritar y manifestarse en contra de él profiriéndoles toda clase de insultos y amenazas.
Al día siguiente volví a Gran Canaria y dentro del avión tuve que soportar las discusiones de muchos pasajeros de apoyo o reprobación a lo sucedido ese 23 de febrero de 1981, que quedará para siempre en la Historia de España como una fecha nefasta y trágica, que afortunadamente no prosperó en la línea que los golpistas pretendían. Como demócrata mi experiencia de ese día, fue muy negativa y es que al salir del Congreso esperaba ver al pueblo de Madrid manifestándose por la democracia y la libertad que 45 años antes otros fascistas nos las habían cercenado. Todo el país con mucho temor se refugió dentro de sus casas. Después de la dictadura que tuvimos que soportar, yo estaba a favor de la ruptura y no de la transición, pero viendo lo que paso el 23 f hay que reconocer que el pueblo tenía mucho miedo y no estaba preparado para afrontar la situación que se originó.
Soy partidario de modificaciones profundas en la Constitución, que contemplen entre otras, un nuevo modelo de estado o de que se abra con sosiego un nuevo proceso constituyente, pero hay que ser conscientes de su idoneidad y repercusiones. Aunque con el pasado que tiene España nunca se sabe, pero es de considerar que las condiciones y la actualidad son diferentes y que la democracia está consolidada, pero no debemos olvidar y menos (“mirando desde la barrera” como hacen muchos), reprochar a quienes siendo demócratas y de izquierda, para poder traer la democracia a nuestro país tuvieron que transigir con la transición.