Ramón Francisco González Hernández. PODEMOS Sur-Este de Gran Canaria. Círculo de Santa Lucía de Tirajana
…este “cuento” con la intención, se lo quiero dedicar hoy, a todos los que han puesto su ilusión en cambiar “el estado de las cosas”… y que hoy lo vemos tan próximo… a todos y a todas… a todas y a todos…los que lo dieron todo por la libertad y la emancipación social…
Pero volviendo a la trashumancia del lugar, después de albardar las burras, nos echamos a caminar… tocaba cargar antes las alforjas con lecheras, queso, vino y pan, fundamentales para el yantar, la fruta la daba el lugar (2). Caminando con lo oscuro, “el gripe” se hace notar con un estornudo, pero no da más. Si que recuerdo que se nos ponían los ojos brillantes… era como una alegría el poder caminar por aquella empedrada calzada; era como ir en un futuro próximo… a un lugar de fantasía para los chicos en París… casi la misma alegría sentíamos… No nos percatamos bien del porque de esa sensación de libertad, en ese encuentro con la naturaleza tan presente… con el olor de la bruma que sube cuando al canto abajo vamos a dar… con el paso tan firme de esas bestias que aún no habíamos “montado”(3), pues caminábamos juntos bordeando tantos cercados.
Más que una relación de dominio parece como si nos dejáramos llevar por ellas… marcando firmemente en el suelo, pasitos cortos de cuadrúpedo sabedor de su camino, pues siempre atinan… nunca me lo expliqué, pero cuando en nuestra profunda o banal conversación andábamos, yo me adelantaba en el sendero para observar lo que ya en varias ocasiones había visto… la burra, siempre pisa en el mismo saliente, en el mismo escalón, en la misma piedra… ¿cómo es posible?… Ella sabe que esa es la firme… y aunque pasaran años… lo hacía igual… volvía, porque yo estaba atento, a poner su firme pata sobre la misma piedra, en el mismo escalón, en la misma piedra…
Yo me asombraba de tanta exactitud… siempre en paso firme… si en alguna ocasión o por cualquier circunstancia las obligábamos a seguir otro sendero, te miraban… había que obligarlas jalándolas… y reducir el paso… casi echaban humo, y es verdad verdadera, en el momento del “resoplido” cuando expiraban aire… al mezclarse con la humedad del ambiente… humo salía… era como cuando nosotros soltamos aire en días de humedad y frío ¿a que parece que andamos fumando?… ¿porqué ellas siguen el mismo camino?…¿no son curiosas?…es posible que sepan que la curiosidad mató al gato… aunque para que ellas sigan su senda… pues deben tener memoria genético/histórica. Saben que ese camino fue forjado por sus ancestros – se llaman camino de herradura- que cargaron pesadas cargas a través de los mismos, que con su paso diario dejaron surcos… movieron piedras… endurecieron el barro… y ellas firmes como titanes pasan sobre sus huellas… que las forjaron sus antepasados… firmes sobre el barro… y a mí se me gastaron los majos (4)…
(2) … desde la higuera cotia, higos cotios.. o de la blanca: blancos; damascos, tunos…y alguno más…
(3) … hablo de subirse encima, cabalgarla diría alguien instruido, que no se confunda…
(4) … aquello de los majos, yo no lo viví: pero recuerdo a los abuelos, los tíos y demás familia hablar de aquellos calzados; cuasi siempre de alguna goma del neumático de camión; atados con cuerda de pita (los más suertudos)… la mayoría alguna piel dura debajo atada con lo que pillaran… “como unos manolos del campo vamos”…