Su hija sufrió un accidente mientras hacía gimnasia en un colegio concertado y lejos de atenderla, su profesora la obligó a seguir, lo que le provocó daños físicos serios
{mosimage}{mosimage}Audio de la entrevista
SB-Noticias/Juan Rafael Lorenzo.- Urbano González es el padre de una joven que, en el año 2008, con trece años de edad era una niña que asistía a un colegio privado (o privado-concertado) y que en clase de Educación Física sufrió un probable esguince de tobillo, aunque no dijo nada a la profesora (“de talante autoritario”, según el padre) y, como pudo, terminó la clase.
Así, continúa el problema con regreso al HUC, donde se le hacen una resonancia y prescriben sesiones de rehabilitación “dolorosas y sin observar mejoría”, por lo que sus padres recurren a Pamplona, donde tratan a la menor, y le dicen que hay solución pero que el proceso será largo. De esta manera, se suceden seis viajes a Pamplona, que terminan en 2012.
Los padres deciden presentar denuncia al Centro, por entender que ha habido conducta negligente con consecuencia de secuelas, ya que los doctores de Hospitén y el HUC afirman que la distrofia “simpático-refleja” es una consecuencia del traumatismo. Se celebra el juicio y el colegio resulta absuelto, condenándose a la familia a pagar las costas, lo que puede suponer unos treinta mil euros.
Ante esta situación, los padres recurren y solicitan abogado de oficio, y así llegamos a la situación actual, en la que esta familia, después de seis años, ve que su hija tiene secuelas como consecuencia de una lesión ocurrida en el colegio, donde entienden que “hubo negligencia por parte de la profesora”, y ellos se encuentran ahora con que nadie se hace responsable de las secuelas y, además, se les condena a abonar las costas del juicio.
El padre solicita a través de Radio San Borondón algún tipo de consejo para ver cómo se puede afrontar esta situación, que comenzó con algo que, aparentemente no era muy grave, y derivó en la situación tan compleja que hemos contado.