Adolfo Padrón, miembro de Podemos
“Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.” Voltaire
{mosimage}Resulta difícil mirar atrás sin sentirse presa del propio asombro ante la amplitud de la distancia recorrida. Cuando Dolores de Cospedal y otros auto-insuflados gurús de la dirigencia política, preguntaban a quienes consideraban “perro-flautas” -con aire retador y menosprecio en ristre- por qué no dejaban a un lado sus dinámicas pancarteras, sus “mareas” de colores y su constante e impertinente cuestionamiento de las decisiones de los gobiernos del bipartidismo, no imaginaban que terminarían arrepintiéndose hasta decir basta.
“¿Quién me mandaría a abrir la boca?” -habrá pensado más de una vez la “lideresa” pepera, tan acostumbrada a soltar por los belfos lo que se le ocurra, aunque resulte indescifrable, como a que no se la chiste dentro de su monolítico partido-.
Por aquellas fechas, en toda la geografía española, al igual que en otros estados de la castigada europa, el activismo social, las organizaciones alternativas, los colectivos profesionales y ciudadanos, …, iban llegando a la conclusión de que, en paralelo a la movilización callejera, se hacía necesario actuar políticamente. Los intentos por consolidar espacios de confluencia capaces de contestar el pensamiento único expresado por los partidos del régimen del austericidio, se multiplicaban en todos lares. Desde el Frente Cívico de Julio Anguita, pasando por desarrollos territorialistas como la CUP en Catalunya, la AGE en el País Galego, o hasta SSP o el Movimiento por el Frente Amplio en Canarias, fueron surgiendo con fuerza y, en algunos casos, obteniendo importantes respaldos electorales en diferentes comicios. Pero no sería hasta el surgimiento del fenómeno PODEMOS, hace un año, que la Cospe tuvo que tragarse su altiva invitación pués, aunque el mérito no era suyo, la ciudadanía comenzó a creer que la salida de la barbarie neoliberal vendría de la mano de su propio empoderamiento y no de las complices medidas del establishment apoltronado en los espacios de representación política.
Con las elecciones europeas de mayo de 2014, la posibilidad se tornó segura: Un nuevo proyecto, con vocación de transgredir todas las normas partidistas conocidas, decía con firmeza “aquí estoy y he venido para quedarme”. El éxito electoral de PODEMOS fue capaz de transmutar la indignación en esperanza y sus filas engrosaron de forma inusitada en un sistema en el que el descreimiento político había calado muy hondo; tan hondo que hacía presagiar que el totalitarismo volvía a encontrar la tierra arada y regada, lista para su germinación.
Con esa fuerza creciente PODEMOS se lanzó a desarrollar su propio proceso constituyente, el que debía convertirla en la herramienta política del cambio que millones de personas y de forma transversal, esperaban y esperan. Sus máximas, basadas en la participación, la horizontalidad, en la construcción de abajo hacia arriba, en la transparencia y en el respeto a un código ético exigente y auto-regulador, tenían que lidiar con la urgencia que imponía el drama social que padece nuestro estado.
Era necesario, lo sigue siendo, tener lista una estructura capaz de dar el vuelco electoral en los próximos comicios estatales y, por si fuera poco, hacer frente a los inmediatos locales y autonómicos con unas mínimas garantías.
Así nos dotamos de un esqueleto organizativo que tiene como principal tarea mantener un perentorio equilibrio entre la soberanía de los círculos y sus asambleas y la ineludible capacidad operativa de sus consejos ciudadanos, “coordinados” por la figura de sus respectivas secretarías generales y en todos los ámbitos -estatal, autonómico y municipal-. La propia vocación democrática de nuestro proyecto nos llevó y aún estamos en ello, a abordad un progresivo y vertiginoso proceso electoral interno, en el que diferentes sensibilidades y maneras de entender la organización postulan sus candidaturas para ocupar esos espacios.
En la fase constituyente estatal, Pablo Iglesias consiguió hacer valer su liderazgo y su modelo de organización fue asumido como el tácticamente más adecuado para alcanzar el objetivo de “tomar el cielo por asalto” y lo hizo además sin dejar cadáveres por el camino. Las divergencias quedaron sepultadas al cierre del proceso y sus temporales contrincantes enfundaron sus diferencias para arrimar el hombro en la tarea conjunta de hacer real el proyecto.
Sin embargo, corremos el riesgo de que en los procesos territoriales el desarrollo no siga la misma pauta, pues varios errores de partida se están dando cita sin que nadie lo remedie. El primero es el que nos hace caer en la tentación de entender esta edificación como una prueba clasificatoria hacia la “pole position” que marque luego la grilla de salida en las carreras definitivas. El segundo es el de pretender inferir el señalado liderazgo de Pablo Iglesias a cada uno de las demarcaciones territoriales, haciendo de la necesidad virtud, y dando por hecho que los consejos ciudadanos y las figuras de los secretarios generales son el equivalente respectivo a las comisiones ejecutivas y los “barones” de los partidos al uso y olvidando, por ende, que la soberanía sigue estando depositada en las asambleas. El tercero y el más grave, el de presentar la marca oficialista como señal de pedigrí o autenticidad, pués termina dividiendo a las personas que trabajan por PODEMOS en bendecidos y apóstatas, en titulares y aspirantes.
En estas condiciones, resulta bien fácil que terminemos olvidando porque PODEMOS y terminemos centrándonos en ganar, por encima de cualquier otro propósito. Al hacerlo, corremos el riesgo de que, a diferencia de lo ocurrido en Madrid el pasado noviembre, las heridas sean tan grandes que no cicatricen o que mucha gente que creyó encontrar su casa en este proyecto, se sienta despojada y desahuciada. No siempre la aritmética de los votos nos da la razón, porque por esa regla de tres, las minorías no tienen razón nunca.
No cabe esperar al después de ganar. No cabe decir que las cosas se irán colocando más adelante. Hay que recomponer lo descompuesto o el viento se encargará de esparcirlo. Al margen de lo que ocurra en la culminación de este proceso constituyente, de cuáles sean las candidaturas que finalmente detenten la responsabilidad de “gestionar” la confianza que en ellas depositen los inscritos en PODEMOS, la tarea que debe ocuparnos es la de no perder el norte, pués por delante nos queda dar cuerpo a lo que prometimos: Ser la herramienta del cambio. ¡Casi nada!
Yo sigo soñando que así lo haremos.