Juan Torres. Ganas de Escribir
{mosimage}Hace unos días escribí en mi cuenta de Twitter el siguiente texto: “En 1970, 1 de cada 50 estadounidenses necesitaba cupones de comida del Estado para alimentarse. Hoy, 1 de cada 5″. La frase la había recogido casi literalmente de un artículo de Stephen Lendman titulado “Christmas in America: Growing Poverty, Unemployment and Homelessness in the World’s Richest Country”.
La verdad es que no soy especialista en economía estadounidense y mucho menos en las políticas de ayudas alimentarias que allí funcionan desde hace décadas pero si sé que los datos y estadísticas sobre pobreza y hambre en Estados Unidos (como en casi todos los sitios) son controvertidos y que tienen diferentes perspectivas de análisis. Es habitual encontrar críticas a quienes solo ven en ellos una situación social calamitosa (por ejemplo, 29 Uncomfortable Myths About Soaring Poverty In America) y, al contrario, defensas de las políticas que hacen frente al incremento de la pobreza (por ejemplo, In Defense of Food Stamps). Y es sabido que el caso concreto de los cupones de comida del Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria es una de las puntas de lanza de la oposición republicana y de la opinión pública más conservadora contra los demócratas en general y contra Obama en concreto. El derechista Newt Gingrich llama a este último “el mandatario de los cupones” y el “Most Effective Food Stamp President In History”.
Creo que lo que hace Galli en sus comentarios es alinearse con esa posición conservadora (aunque esto no equivale a incluirlo políticamente en esa corriente, ni mucho menos) y está en su derecho, pero creo que me hace una crítica algo injusta e innecesariamente descalificadora. Por eso me gustaría aclarar alguna cuestión sobre mi comentario y los suyos.
1. No es cierto que yo interpretarse de alguna forma el dato que puse en mi cuenta de Twitter. Me limité a señalar dichas proporciones. No hice interpretación alguna de por qué ahora hay más estadounidenses que en 1970 suscritos al Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria. Por tanto, creo que sobran sus comentarios sobre los errores de mi interpretación. Si la hubiera hecho y fuese equivocada, quizá tendrían sentido sus palabras de crítica. Puedo aceptar, sin embargo, que la expresión “para alimentarse” pueda evocar un grado de necesidad extremo que no necesariamente tiene que ver con lo que ocurre con todas las personas que recurren a ese Programa.
2. Es cierto que hay un error en la cifra del que no me percaté. Actualmente, la relación entre personas que reciben cupones de comida (que ya no son cupones exactamente sino una tarjeta electrónica) no es de una por cada cinco estadounidenses sino de una por cada siete. Asumo el error y pido disculpas.
3. Tampoco dije yo, como afirma Galli, que el número de beneficiarios de los cupones de comida haya aumentado 10 veces desde 2008. Basta leer mi tweet para comprobarlo: comparo la cifra de 1970 con la actual.
4. La comparación entre las personas que se acogían en 1970 y ahora es habitual, bien para subrayar que la situación social ha empeorado mucho desde entonces (lo que suelen hacer las críticas más a la izquierda), o bien para criticar (como ya he dicho que suele hacer la opinión más conservadora) que las sucesivas reformas hayan ampliado en exceso e innecesariamente el abanico de personas que pueden acceder al Programa. Esto último es lo que se hace, por ejemplo, en el artículo Food Stamp Fiasco aparecido en The Wall Street Journal, en el que concretamente se hace alusión a la relación de un perceptor por cada 50 estadounidenses en 1970.
5. Afirma Ricardo Galli que yo no me doy cuenta de que “esos números por sí solos no indican nada” porque “Pueden indicar que hay 10 veces más pobreza, o que se aumentó 10 veces la cobertura social del estado (entre 1970 y 2014 es mucho más de lo segundo que de lo primero). Es fácil verificar que la comparación no tiene sentido: desde 1970 hasta ahora hubo más de 10 reformas al programa, y fundamentalmente el crecimiento geográfico no alcanzó a todo EEUU hasta el 1 de julio de 1974″.
Ya he dicho que yo no escribí nada acerca de lo que pueda haber detrás de esos datos. Pero el hecho de que puedan deberse a una u otra razón (en lo que yo no entré) no quiere decir que esos datos no indiquen nada. En todo caso, querrá decir que indican varias cosas y que habrá que descubrir cuál de ellas es exactamente la más reveladora.
Lo cierto es que hay una correlación muy estrecha entre la evolución en el número de personas suscritas al Programa, el nivel de pobreza en Estados Unidos e incluso el número de personas y hogares en situación de inseguridad alimentaria, y creo que es innegable que han tenido siempre un efecto reductor de los efectos de la pobreza muy positivo. Y eso, por una sencilla razón: el 91% del montante de los cupones de alimentos van a hogares por debajo del umbral de pobreza y el 80% de los hogares que los reciben tienen ingresos brutos por debajo de ese umbral. Solo un 5,2% de los hogares que los reciben tienen ingresos por encima del 130% de ese umbral (Los datos proceden de un informe del Center on Budget and Policy Priorities que utiliza fuentes primarias).
De hecho, lo normal es entender que la caída en el número de personas suscritas al programa es una señal de que la economía mejora (Eso se afirma, por ejemplo, en el artículo Food-Stamp Use Starting to Fall también aparecido en The Wall Street Journal). Parece lógico, pues, que también se entienda lo contrario, que aumenta cuando la situación económica empeora y en particular la situación de las personas con menos ingresos (de hecho, se considera que el Programa es un buen estabilizador fiscal automático, es decir una medida contra el ciclo económico que se pone en marcha sin necesidad de que nadie lo ordene, sino automáticamente, aumentando su cuantía cuando la economía va mal y bajando si mejora). Reconozco que lo que yo pensaba (aunque no lo escribiera) cuando puse el tweet era que la variación alertaba sobre el gran deterioro (que me parece hoy día innegable) que se ha producido en el nivel de vida de las clases medias y bajas de Estados Unidos. Y sigo pensando que se puede defender sin mucho problema la idea de que el incremento en la cuantía y los perceptores del Programa está correlacionada con la evolución del bienestar y de la situación económica en ese país, con independencia de que además lo esté con los cambios que se han producido en la extensión del programa (que, por cierto, no creo que se haya aumentado por el gusto de aumentarla). Así creo que se demuestra claramente en el artículo de Peter Ganong y Jeffrey B. Liebman The Decline, Rebound, and Further Rise in SNAP Enrollment: Disentangling Business Cycle Fluctuations and Policy Changes.
6. También me critica Galli que haya utilizado la expresión “cupones de comida del Estado para alimentarse” y que eso es otra prueba de que comparo peras con manzanas pues -dice él- ese Programa no es sólo para los que “no tienen para comer”.
Es también incierto que yo haya escrito que sea para los que “no tienen para comer”, como él entrecomilla. Escribí “para alimentarse” (y ya he dicho que lamento que se haya podido malinterpretar esa expresión). Pero es que realmente desconozco qué otros usos tiene, según Galli, el Programa Suplementario de Asistencia Nutricional. Lo que sí he podido comprobar es que en 2005 los hogares destinaban el 80% de la cuantía recibida a adquirir frutas y verduras, cereales, lácteos y carnes (Making America Stronger: A Profile of the Food Stamp Program). Y no creo que sea casual que, como he señalado antes, haya una relación estrecha entre la cuantía y extensión del Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria y el número de personas u hogares en situación de inseguridad alimentaria en Estados Unidos (en 2013, 49 millones y 17,5 millones, respectivamente, según Household Food Security in the United States in 2013 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos).
7. En cualquier caso, agradezco mucho a Ricardo Galli que se ocupara de mi comentario. Me ha recordado que en Twitter (y en cualquier otro lugar) hay que ser cuidadoso cuando se traslada información procedente de otros autores y que en ese medio es fácil que se produzcan malos entendido. Trataré de evitarlos en el futuro.
Post Scriptum. Acabo de leer una vez publicado este post que molesto a Ricardo Galli cuando afirmo que su comentario se alinea con la posición conservadora. Retiro esa expresión (aunque dejé claro que no me refería a que él personalmente se incluyera en esa definición) con la que simplemente quería señalar que hay diferentes posiciones interpretativas sobre el aumento del número de personas suscritas al Programa. Y le pido disculpas si se siente ofendido por eso.