Lois Pérez Leira
{mosimage}Las cartas de Ernesto Guevara a su familia y amigos desde Centroamérica son reveladoras, sobre su posición contraria al golpe de Estado, contra el General Juan Domingo Perón. Será a partir de sus dos viajes por América latina, que Ernesto Guevara descubre los nuevos fenómenos nacionalistas revolucionarios, que se estaban desarrollando en el continente.
La primera confidente de sus opiniones políticas sobre el peronismo fue su primera esposa, la peruana Hilda Gadea. Ella es testigo de primera mano de cómo vivió Guevara la caída del General Perón y de cómo Ernesto había variado su opinión acerca del ex presidente argentino: "En cuanto a la militancia política, me relató que participara con su padre en algunas manifestaciones antiperonistas y que en la universidad tuviera durante algún tiempo actividades ligadas a la juventud comunista, pero se distancio de ellos por estar muy separados del pueblo. Me dijo que dejará la argentina, no por razones políticas, fue por querer conocer a fondo los problemas de América Latina. Solo después de abandonar el país comprenderá que Perón conducía una lucha contra la oligarquía y el imperialismo y que en el campo social promulgara leyes de protección de los trabajadores."Guevara vivió junto a su nueva compañera los últimos meses del proceso revolucionario guatemalteco. Tras la invasión decide salir de Guatemala con el objetivo de reencontrase con Hilda Gadea posteriormente en México. En el recorrido a hacia su nuevo destino recorre varios países de Centroamérica. Ernesto relata su llegada a Managua por la noche y el debate que tienen sobre la situación política con un grupo de amigos argentinos que lo acompañan en este periplo:
"Llegamos ya de noche y empezó la peregrinación por pensiones y hoteluchos para conseguir lo más barato. Al fin fuimos a dar a una que por 4 Córdobas cada uno nos tenían en una piecita sin luz….Esa noche tuvimos una larga tenida exponiendo cada uno su punto de vista sobre el problema argentino. Rojo, Gualo y Domingo eran radicales intransigentes, Walter laborista y yo francotirador, según el Gordo.
Para mí el más interesante fue Walter que me dio una idea sobre el Partido Laborista y Cipriano Reyes, muy diferente de la que yo tenía. Nos conto los orígenes de Cipriano como dirigente gremial y su prestigio gradualmente conquistado entre los obreros en los frigoríficos de Berisso y su actitud frente a la coalición de la Unión Democrática, tomando el Partido Laborista, fundador en ese momento, el partido de Perón, aún a sabiendas de lo que exponía. Pasadas las elecciones, Perón ordeno la unificación del partido, disolviendo de esta manera el partido."
Durante su residencia en México se produce el primer intento de golpe contra el General Perón. Guevara ante este acontecimiento toma partido en defensa del gobierno popular. Por aquel entonces Ernesto ya sabía cómo actuaba el imperialismo, contra este tipo de gobiernos de fuerte contenido nacionalista y amplio apoyo popular. Esta experiencia la había vivido en Guatemala durante el gobierno izquierdista de Jacobo Arbenz. En una carta que le envía a su madre el 20 de junio de 1955, tan solo cuatro días después del salvaje bombardeo a la Plaza de Mayo, que había dejado medio millar de muertos. Guevara se adelanta a los acontecimientos que sucederán en la argentina meses después:
“Mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios", "tirarían o tirarán contra el pueblo a la primera huelga seria…. matarán a cientos de "negros" por delito de defender sus conquistas sociales y La Prensa dirá muy dignamente que es ciertamente muy peligroso el que trabajadores de una sección vital del país se declaren en huelga"… "la Iglesia tuvo muchísimo que ver en el golpe de estado del 16, y también tuvieron que ver con eso (irónico) "nuestros queridos amigos".”
El 16 de septiembre de 1955 las Fuerzas Armadas derrocaron a Perón. La CGT, sectores del peronismo e incluso sectores opositores fueron a reclamar armas para impedir la toma del poder por los militares, pero el presidente se las negó y se exilió temporalmente en Paraguay. Cuando se produce el golpe, Guevara declara su repudio, señalando claramente el carácter antipopular del mismo. No se equivoca en caracterizarlo como un golpe de la oligarquía y del imperialismo. Con sus allegados lamenta no estar en Buenos Aires para defender al gobierno junto al pueblo. En carta a su madre le señala:
"Querida vieja: Esta vez mis temores se han cumplido, al perecer, y cayó tu odiado enemigo de tantos años; por aquí la reacción no se hizo esperar, todos los diarios del país y los despachos extranjeros anunciaban llenos de júbilo la caída del “tenebroso dictador”; los norteamericanos suspiraban aliviados por la suerte de 425 millones de dólares que ahora podrán sacar de la Argentina; el obispo de México se mostraba satisfecho de la caída de Perón, y toda la gente católica y de derecha que yo conocí en este país se mostraba también contenta; mis amigos y yo, no; todos seguimos con natural angustia la suerte del gobierno peronista y las amenazas de la flota de cañonear Buenos Aires, (…)Aquí la gente progresista ha definido el proceso argentino como "otro triunfo del dólar, la espada y la cruz".
Yo sé que hoy estarás muy contenta, que respirarás aire de libertad (…)Vos podrás hablar en todos lados lo que te dé la gana con la absoluta impunidad que te garantizará el ser miembro de la clase en el poder, aunque espero por vos que seas la oveja negra del rebaño. Te confieso con toda sinceridad que la caída de Perón me amargó profundamente, no por él sino por lo que significa para toda América, pues mal que te pese y a pesar de la claudicación forzosa de los últimos tiempos, Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está en el norte.(…) Tal vez en el primer momento no verás la violencia porque se ejercerá en un círculo alejado del tuyo (…) El Partido Comunista con el tiempo, será puesto fuera de circulación, y tal vez llegue un día en que hasta papá sienta Que se equivocó. Quien sabe que será mientras tanto de tu hijo andariego. Tal vez haya resuelto sentar sus reales en la tierra natal (única posible) o iniciar una jornada de verdadera lucha…" México, 24 de septiembre de 1955.
Mientras que Hilda Gadea recuerda aquellos sucesos: "Estábamos en septiembre de 1955 y en los diarios aparecen noticias sobre el posible golpe contra Perón. El ultimátum de la Marina, las manifestaciones populares en frente de la Casa Rosada, etc. Comentamos las noticias; Ernesto mantenía la esperanza de que el pueblo combatiera para defender aquel gobierno popular; también yo lo esperaba, aunque miraba, infelizmente, una serie de señales evidentes de que se repetiría la historia de Guatemala. Discutimos mucho, animadamente; pasamos varios días dependiendo literalmente de las noticias de las agencias y de las radios. Yo estaba muy pesimista y los acontecimientos confirmaban aquella actitud que tenia. Veíamos con dolor, al General Perón obligado a renunciar al poder para evitar un derramamiento de sangre todavía mayor, por causa de la convivencia del ejercito con los intereses de los yanquis, que pretendían concesiones petrolíferas, apoyados por la oligarquía de los criadores de ganado y de los latifundistas, cuando no era de la Iglesia católica. En el día que supimos la noticia, Ernesto regreso de prisa del hospital; esa noche no salió. Estaba abatido: “- Tenias razón, -dijo Ernesto refiriéndose a Perón- renunció, no quiso luchar, mientras que el pueblo quería combatir; se reunió en la Plaza de Mayo y lo ametrallaron.
También yo estaba disgustada con las noticias. Ernesto pensaba que la situación debía de ser muy difícil, por la convivencia de tantas fuerzas contra el régimen, aunque hasta el fin confiaba en que el general Perón recurriese al pueblo, lo armase y luchara contra los enemigos. Estábamos discutiendo estos acontecimientos, cuando golpearon la puerta. Fue el abrir; eran los peruanos Raygada y el poeta Gonzalo Rose, junto al poeta portorriqueño Juan Juarbe.
“–Aquí estamos, (le dijo a Ernesto a modo de saludo), para lamentar todo lo que aconteció”.
También ellos habían ido para hablar de la caída de Perón. Todos sentíamos lo mismo: amargura por no haber recurrido al pueblo para defender un régimen que había tenido resuelto muchas reivindicaciones de los trabajadores. La caída de Perón fue para Ernesto un golpe muy duro, que lo convenció una vez mas de que el imperialismo norteamericano intervenía sin pudor en nuestro continente y que era necesario enfrentarse contra él, con el apoyo del pueblo.”
Al mismo tiempo que le escribe a su familia especialmente a su madre le envía una carta a su amiga y confidente Tita Infante, fechada en México (24 de septiembre de 1955): “Querida Tita: Le escribo nuevamente angustiado por lo que pasa en la Argentina, esta vez doblemente angustiado, pues además de los muertos se ha sumado toda esa serie de acontecimientos que no auguran nada bueno para el país. Desde aquí no se puede decir nada en absoluto, pero el unánime júbilo de Estados Unidos y los católicos, sumado a las declaraciones de la nueva junta y el hecho de que todos eran militares, está dando una idea de lo que será esta nueva liberación. Con todo el respeto que me merece Arbenz (totalmente diferente a Perón desde el punto de vista ideológico), la caída del gobierno argentino sigue los pasos de Guatemala con una fidelidad extraña, y verá Ud. cómo la entrega total del país y la ruptura política y diplomática con las democracias populares será un corolario, conocido pero triste. Está mal, sin embargo, que yo me ponga a recitar opiniones políticas cuando lo que debe ser y lo que deseo es que Ud. me dé su opinión sobre todos los últimos acontecimientos y me relate bien las cosas. ¿Sería mucho pedir que me mandara un paquete con los diarios de los últimos días y primeros del nuevo régimen? Podría ser por barco, no me importa tanto el tiempo como tener una imagen de lo que fue eso.”
También le escribe a su tía Beatriz para trasmitirle las mismas preocupaciones:
Mi muy querida Tiíta:
“…Como te imaginarás, el gusto que tendrás vos frente a la caída del tirano es exactamente inverso al que siento yo, será tal vez por un innato deseo de que me tengan el bozal bien firme y me den una sobadita de lomo de vez en cuando. Yo no sé bien por qué será, pero sentí la caída de Perón un poquito. La Argentina era una ovejita gris pálido, pero se distinguía del montón: ahora ya tendrá el mismo colorcito blanco de sus 20 primorosas hermanas; se dirá misa con mucha asistencia de agradecidos fieles, la gente bien podrá poner en su lugar a la chusma; los norteamericanos invertirán grandes y beneficiosos capitales en el país, en fin, un paraíso. Yo francamente no sé porqué, añoro el color gris de la ovejita…”
Carta a la madre desde México (agosto de 1956): “Querida vieja: Te escribo desde un punto cualquiera de la geografía de México, donde estoy esperando que se solucionen las cosas. El aire de libertad es, en realidad, el aire del clandestinaje, pero no importada un matiz de película de misterio muy interesante. Mi salud es muy buena y mi optimismo mejor. Con respecto a tus apreciaciones sobre los libertadores veo que poco a poco, casi sin querer, vas perdiendo confianza en ellos. El petróleo tampoco será argentino. Las bases que tanto temían que Perón entregara, la entregaron éstos; o por lo menos harán una concesión similar. La libertad de expresión ya es un mito, sólo que cambió de mito, antes era el peronista, ahora es el libertador, los diarios que jodan a la calle. Antes de las elecciones generales habrán ilegalizado al partido comunista y tratarán por todos los medios de neutralizar a Frondizi, que es lo mejor a que puede aspirar la Argentina. En fin, vieja, el panorama que veo desde aquí es desolador para el pobre movimiento obrero argentino, es decir para la mayoría de la población. Bueno, tengo poco tiempo para escribir y no tengo ganas de gastarlo en esos temas. Aunque, en realidad, de mi vida propia tengo poco que contar ya que me la paso haciendo ejercicio y leyendo. Creo que después de estas saldré hecho un tanque en cuestiones económicas aunque me haya olvidado de tomar el pulso y auscultar (esto nunca lo hice bien). Mi camino parece diferir paulatina y firmemente de la medicina clínica, pero nunca se aleja tanto como para no echarme mis nostalgias de hospital. Aquello que les contaba del profesorado en Fisiología era mentira pero no mucho. Era mentira porque yo nunca pensaba aceptarlo, pero existía la proposición y muchas probabilidades de que me lo dieran, pues estaba mi citación y todo. De todas maneras, ahora sí pertenece al pasado. San Carlos (por Carlos Marx) ha hecho una aplicada adquisición. Del futuro no puedo hablar nada. Escribí seguido y contáme cosas de la familia que son muy refrescantes en estas latitudes. Vieja, un gran beso de tú hijo clandestino”.
Carta a la madre desde México (noviembre de 1956):
“Tenía preparado un proyecto de vida con diez años de vagabundeo, años posteriores de estudio de medicina, y después, si quedaba tiempo, internarme en la gran aventura de la física. Todo aquello es pasado; lo único que está claro es que los diez años de vagabundeo tienen visos de ser más (salvo que circunstancias imprevistas supriman todo vagabundeo), pero ya será de un tipo totalmente diferente al que soñé y cuando llegue a un nuevo país no será para recorrer tierras, ver museos y ruinas, sino además (porque aquello siempre me interesa) para unirme a la lucha del pueblo. He leído la última información que llega de la Argentina sobre la negativa de dar personería jurídica a 3 nuevos partidos y al despojo de la que tenía el P.C. No por esperada esta medida es menos sintomática de todo lo que está ocurriendo en la Argentina de un tiempo a esta parte. Todos sus actos tienen una tendencia tan clara-favorecer a una casta y a una clase- que no puede haber equivocación o confusión. Esa clase es la de de los terratenientes criollos aliados con los inversores extranjeros, como siempre. Si te digo estas cosas más o menos duras es por el “porque te quiero te aporreo”. Ahora va un abrazo, uno de los últimos des de tierras mexicanas, y en tren de hacer admoniciones, una final: la madre de los Maceo se lamentaba de no tener más hijos para ofrecer a Cuba. Yo no te pido tanto, simplemente que mi precio o el precio de verme no sea algo que esté contra tus convicciones o que te haga arrepentir algún día. Chau.”
Esta será la última carta a su madre antes de viajar en el Granma, con los martianos del Movimiento 26 de Julio. Como en todas las cartas anteriores, el tema de Perón y el nuevo gobierno de la Libertadora, es un tema recurrente, donde Guevara acierta claramente en sus aseveraciones.
Luego llega a Cuba. Pasará de ser médico de la expedición a Comandante de la guerrilla en Sierra Maestra y entrará triunfante en La Habana. En poco tiempo dejará de ser el argentino que sacaba fotos en las plazas de México, al segundo hombre más destacado de la revolución cubana, después del Comandante en Jefe Fidel Castro.