Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
{mosimage}Las economías occidentales continúan hundidas desde el inicio de la gran crisis ocasionada en 2008. Como es sabido, este colapso fue provocado, inicialmente, por el descubrimiento de los ingentes fallidos que habían inundado las finanzas globales, por el ingente intercambio de titularizaciones de crédito, tan sofisticadas como incobrables.
Destapado el fiasco, el colapso crediticio que ocasionó la desconfianza en la capacidad para amortizar los préstamos –entre los propios bancos y con las empresas y particulares-, contrajo, drásticamente, la actividad de la economía real. Y la transferencia de los fallidos, facilitada por las élites del poder político, de sus titulares legales -los accionistas mayoritarios de los bancos- a los sectores públicos de los distintos países, provocó la traumática entrada en recesión de las economías “desarrolladas”.
Las salvaguardas constitucionales de los Estados de derecho han devenido en papel mojado con los “rescates”, con la “socialización” de las pérdidas financieras de los más ricos. El cierre de empresas, el desempleo y los “recortes” arrecian, y, con ello, el empobrecimiento y la precariedad se extienden y cronifican entre la ciudadanía, poniendo de manifiesto el defecto fundamental del sistema político vigente: su subordinación al sector económico privado. Por ello, cuando hay abundantes ganancias, solo se reparten las migajas a conjunto social. Y, cuando hay pérdidas, nada de repartir los beneficios acumulados en la cúspide de la pirámide social, éstas se transfieren a los más débiles. Aunque ello sea desde el punto de vista democrático profundamente injusto y altamente ineficiente en lo económico. Así nos va.
No obstante, desde la sociedad civil, no todo son lloros y lamentos. Frente a la servil resignación y la ilusa confianza en los poderes institucionalizados, han surgido, entre otras, dos propuestas socioeconómicas de reequilibrio económico y de lucha contra la indigencia material: la Renta Básica y el Trabajo Garantizado. Iniciativas que, en su alcance y obligatoriedad, van más allá de lo que contempla nuestra Constitución en materia de ayudas monetarias y pleno empleo para la ciudadanía y que se promocionan como nuevos derechos económicos.
La Renta Básica, según la propia definición de la Red Renta Básica, “es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva.”
El Trabajo Garantizado parte de la constatación de que, con crisis y sin ella, hay mucho por hacer, en trabajos de interés comunitario y medioambiental. Y que, según lo expresa uno de sus promotores, el economista y político Eduardo Garzón, “el Estado podría financiar y planificar este TG a través de programas concretos, aunque en última instancia podrían ser las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas o cualquier otro tipo de organización las que gestionaran las actividades (…).”.
De momento, el debate está en algunos foros de economía social y entre las consideraciones de varias formaciones políticas. Y esperemos que se amplíe, pues, algo habrá que hacer ante las calamidades impuestas que nos asolan.
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