Alonso Trujillo-Mora
{mosimage}En un momento determinado del proceso evolutivo de la Revolución Francesa, el 5 de julio de 1792, la Asamblea Legislativa se pronunció a través de una declaración dramática: “La Patria está en peligro”. La Revolución se encontraba en una coyuntura desfavorable. Amenazada desde el exterior por dos potencias extranjeras contrarrevolucionarias, Prusia y Austria. En el interior, por la reacción de la Aristocracia.
Extrapolando la expresión, hoy podríamos decir, como es obvio, que la democracia en España se encuentra amenazada. Enzarzada en su propia dinámica interna, en sus errores y contradicciones, en el estéril enfrentamiento dialectico partidista, incapaz de alumbrar soluciones validas a una situación harto problemática. Sufrimos una serie de crisis que se superponen – económica, social, política, territorial y de valores- y se retroalimentan. Que ponen en cuestión el fundamento mismo de la política y del sistema democrático. Por si fuera poco, tenemos que soportar gravosos escándalos de corrupción que, al no atajarse a tiempo, han terminado convirtiéndose en una degenerada perversión estructural generalizada. Como la corrupción es sistémica, solo será posible combatirla con algún éxito adoptando medidas estructurales. Por muchas leyes de transparencias que se promulguen, si no se aprueba una nueva Ley Electoral que elimine las lista herméticas y un cambio en la Ley de partidos que garantice la democracia interna y la financiación sin comisiones y sobornos, la Regeneración es casi imposible. Es urgente una reforma territorial de la Administración que elimine miles de municipios y cargos políticos, que acabe con el caciquismo en las corporaciones locales e incorpore criterios de productividad y servicio publico. Una lucha decida contra el fraude fiscal y la economía sumergida. Apremia un refuerzo a la Justicia que garantice su independencia y equidad, introduciendo procedimientos rápidos y gratuitos. Es necesario incorporar en la enseñanza una asignatura que instruya en los valores cívicos de la democracia y en el libre pensamiento frente a todo fundamentalismo. Hay que reducir, racionalizar y limitar el fracaso territorial que han supuesto las Autonomías. En este momento histórico éste es el estado en el que subsistimos.
El resultado de las encuestas sobre intención de voto vaticina que una formación política neófita podría alcanzar el poder en el Estado. PODEMOS es un actor político pletórico de excelencia universitaria, de teóricos de laboratorio. Esta fuerza radical y populista coincide con los movimientos telúricos que ya se han producido en otros países europeos castigados por la crisis. El diagnostico de la situación que hace PODEMOS es acertado, sobre todo con la corrupción y los privilegios y prerrogativas de la casta política, pero las soluciones que ofrece, las económicas, más que genéricas son distópicas (un futuro peor que el presente).
Frente a quienes aceptan la herencia de la irracionalidad leninista que causó los desastres políticos y sociales mayores del siglo XX, algunos preferimos el racionalismo restaurado del pensamiento político liberal, de la tradición reformista, de la cultura de las democracias representativas. Siempre hemos preferido Kant a Nietzsche. Pensamos que lo que habría que levantar no es una plataforma que exprese lo que PODEMOS, sino lo que DEBEMOS hacer. Que frente a la fuerza instintiva de la desesperación, deberíamos construir de nuevo el imperativo categórico en que se ha basado la idea del hombre y la democracia en la edad moderna; para indicar a los españoles que frente al mal que existe siempre puede oponerse el bien que debería existir.