Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
(Basado, entre otros, en el artículo “Ideología político-económica dominante y claves para un nuevo paradigma” de José Manuel Naredo.)
{mosimage}El filósofo Adam Smith (1723-1790) es considerado uno de los padres del liberalismo económico, la ideología que propugna que las actividades económicas deben dejarse a su propio desenvolvimiento, y que cualquier intervención de los poderes políticos sobre ellas, rompe los efectos virtuosos que la búsqueda del interés privado produce en el interés público, gracias a la capacidad inherente del mercado para autorregularse.
Smith expresó con una metáfora, la de “la mano invisible”, esta, supuesta, propiedad de las concurrencias económicas. Otro reconocido liberal, el economista Friedrich von Hayek, en el siglo pasado complementó esta tesis con la del "orden espontáneo" del mercado, el cual, aseguraba "una asignación más eficiente de los recursos de la sociedad que cualquier diseño puede lograr”.
Estos puntos de vista, no obstante estar ampliamente promocionados por la ideología económica hegemónica, no han dejado de ser contestados. El profesor de economía Duncan Foley considera a estas pretensiones como distintas modalidades de la misma falacia, la cual, «radica en la idea de que es posible separar la esfera económica de la vida, en la que el perseguir el propio interés se guía por leyes objetivas para un resultado socialmente beneficioso, del resto de la vida social, en el que perseguir el propio interés resulta problemático moralmente y ha de sopesarse enfrentado a otros fines».
Ahondando en esa crítica, el economista marxista Fred Magdoff denuncia que, junto a la contrastada desigualdad social que provoca, “El problema principal es la fuerza motriz del capitalismo —su talón de Aquiles respecto al medio ambiente—, la acumulación infinita de capital, lo que implica una “destrucción creativa” perpetua.”. Y aboga por una economía sensata en lo ecológico y justa en lo social que asegure la sostenibilidad. Una economía al servicio de la humanidad y de la biosfera, ineludiblemente planificada y controlada, que, creciendo y decreciendo en función de sus finalidades, tendería a un estado estacionario.
También José Manuel Naredo, economista pionero de la economía ecológica en España, considera imprescindible someter a crítica los aspectos clave de la ideología capitalista dominante, para instaurar prácticas económicas -ecológica, social e individualmente- más viables. Considera varias tesis económicas de la cultura hegemónica actual traen nefastas consecuencias. Como el considerar a la dimensión monetaria como el criterio de valor de la gestión económica, lo que obvia sus ámbitos físicos y sociales; el que se pretenda reducir la economía a un proceso de producción de riqueza, ocultando los deterioros físicos y sociales que puede provocar; y el que sobre esa metáfora de la “producción” se apuntale la del crecimiento económico, que solo considera los costes de extracción y manejo de los recursos naturales, pero no los de reposición. Miopías, ocultaciones, irresponsabilidades y asimetrías que desprecian el fundamento material de toda actividad económica, nuestra naturaleza, y su finalidad social más importante, el bien común. Y es que tratándose las condiciones de la supervivencia y la sostenibilidad, del poder de crear y destruir riqueza, y de compartirla o reservarla, hasta las metáforas, las carga el diablo.
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