Francisco Morote Costa
{mosimage}Desde el 1 de noviembre pasado, Jean-Claude Juncker, exministro de finanzas, ex primer ministro de Luxemburgo y expresidente del Eurogrupo, preside la Comisión Europea, verdadero gabinete de Gobierno de la Unión Europea.
A simple vista parecería que su hoja de servicios como político, primero luxemburgués y después europeo, sería suficiente, desde la perspectiva meritocrática, para justificar su elección. Pero las apariencias, bien sabido es, engañan. Lo importante es saber no qué cargos ocupó sino qué hizo cuando los ocupó. Solo de esa manera. sabiendo lo que hizo, las medidas que adoptó, las políticas que aplicó mientras fue ministro de finanzas y primer ministro de Luxemburgo o presidente del Eurogrupo, solo así, entenderemos si Jean-Claude Juncker es un político al servicio de las élites o al servicio de la gran mayoría de la ciudadanía.
¿Qué caracterizó a Juncker mientras fue presidente del Eurogrupo?
Sin lugar a dudas este político, que goza de la confianza de toda la derecha europea con la señora Merkel a la cabeza, es uno de los máximos responsables de las políticas de dura austeridad, de austericidio, aplicadas por el Eurogrupo a los países a los que, despectivamente, la prensa neoliberal anglosajona denomina PIIGS : Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España. Políticas de austeridad que se han traducido, en la vida de las clases populares y trabajadoras de esos países , en más desempleo, más precariedad laboral, más pobreza, incluida la laboral, más desigualdad social y más insostenibilidad medioambiental. Ese es, al parecer, el primer mérito del señor Juncker, según los conservadores y liberales europeos y ¡ Ay, también ! la mayoría de los socialistas europeos, para presidir el órgano del poder ejecutivo europeo.
¿Cual ha sido el segundo mérito del señor Juncker para alcanzar la presidencia de la Comisión Europea?
Para conocerlo hay que retroceder a la época en que Juncker fue ministro de finanzas y primer ministro de Luxemburgo. Durante esos años convirtió a su país en un gran paraíso fiscal y él personalmente llegó a acuerdos secretos con más de 300 empresas transnacionales para que instalarán su sede fiscal en Luxemburgo. De este modo las multinacionales europeas y estadounidenses pasaron de pagar el 20% de impuestos en el resto de los países al 1 o 2% en el Gran Ducado. Extraordinario mérito que en un espacio económico como la Unión Europea, al servicio esencialmente de los grandes bancos y de las compañías transnacionales, le ha valido el cargo de presidente de la Comisión Europea.
He aquí, pues, el personaje, la misma figura que mientras axfisiaba implacablemente a los PIIGS, abría sus brazos amorosos a las compañías transnacionales, aún siendo conocedor de que los impuestos, miles de millones de euros, que las transnacionales dejaran de pagar en los países europeos en crisis se traducirían en políticas gubernamentales de austeridad, en recortes sin contemplaciones en los servicios públicos, esenciales para la mayoría de la población.
¿Qué nuevos servicios cabe esperar ahora, ya como presidente de la Comisión Europea al servicio de las élites multimillonarias, de este caballo de Troya de las multinacionales, de este probado valedor de los paraísos fiscales?
Pues en pura lógica, conociendo su trayectoria política, la firma del Tratado de Libre Comercio e Inversión de la Unión Europea con los Estados Unidos, aspiración máxima de las grandes empresas multinacionaes europeas y estadounidenses. Sería la culminación de una brillante carrera al servicio de las élites económicas que ostentan el poder realmente existente en la Unión Europea y en los Estados Unidos.
Por lo tanto, no cabe esperar que la censura que en el Parlamento Europeo ha suscitado, entre los grupos políticos minoritarios, el conocimiento de las hazañas fiscales del señor Juncker cuando fungía como ministro de finanzas y primer ministro del Gran Ducado, se traduzca en un riesgo mortal para su carrera política.
No, para pararle los pies a este señor y a los que le aúpan hará falta que la ciudadanía europea deje de votar a los partidos políticos que se ponen al servicio de las élites financieras y económicas y lo hagan a aquellas fuerzas políticas dispuestas a enfrentarse, con políticas alternativas, al neoliberalismo rampante que gobierna la Unión Europea.