EL BAR DE PEPE
Joaquín Hernández
{mosimage}En España parece que las cosas quieren cambiar, PODEMOS es un ejemplo del cambio que se está produciendo y se producirá en el próximo lustro. La tendencia que tiene la oligarquía capitalista a mantener sin cambios una situación política, social, económica o ideológica solo se maquilla de cara a la galería, de hecho los españoles sabemos muy bien lo que cuesta dar un pequeño paso para empezar la metamorfosis necesaria que nos permita acabar con esa ralea que nos lleva dominando durante siglos y que ahora se hace más cruel y patente.
El miedo al que “vendrá” es la amenaza con la que nos inmovilizan, el dicho aquel de “Virgencita mía por lo menos que me quede como estoy” es la respuesta del cobarde ante una situación de cambio.
La entrada en la política española del nuevo partido liderado por unos jóvenes, al frente de ellos Pablo Iglesias, representa una nueva forma de entender la política al servicio del pueblo, de todo el pueblo que está vez podrá ser soberano. Los cambios serán muy grandes y ambiciosos, alguno de ellos tendrán que hacerse en varias etapas, incluso en más de una legislatura. Las relaciones Iglesia – Estado también es una asignatura pendiente que tendrá que resolver el ejecutivo de PODEMOS caso de ganar en los próximos comicios electorales, difícil asignatura que ningún gobierno de esta dictacracia ha podido abordar con la serenidad y fuerza que le permite la vigente Constitución:
Artículo 16
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones
Siendo así, tal cual lo expone el apartado 3) del artículo 16 de nuestra Carta Magna, no entendemos la inmensa mayoría de los españoles, todas las prerrogativas que otorga el Estado Español a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, privilegios que tienen que terminar, sin obviar la importante acción social que realizan todas las congregaciones religiosas, no solo la Católica, Apostólica y Romana, que deben protegerse e incluso potenciarlas.
El problema de las Iglesias, especialmente la Iglesia Católica es el inmovilismo que desde siglos sigue querer mantener, demostrándonos que el tiempo no pasa por ella, y que las modernas técnicas de comunicación no les afectan. Craso error el de los mandatarios de Roma que aun no se han enterado que lo que hasta hace poco menos que 20 años se quedaba en el silencio de las sacristías, de los colegios “de curas”, de los muros de los Seminarios, hoy en día en menos de un minuto se entera medio mundo y el otro medio tarda otro minuto en enterarse. Los casos de Pederastia denunciados son claro ejemplo del estancamiento de la Iglesia y su falta de moral o doble moral cuando el Arzobispo de Tuxtla (México), Fabio Martínez Castilla, manifiesta “Más grave es que una mujer aborte que un Sacerdote abuse de un niño”, esta frase solo puede salir de una mente enferma que quiere justificar el abuso sexual a menores que seguramente él habrá practicado en más de una ocasión. Comparar el sufrimiento de una mujer al elegir el aborto o la vida de su embrión con el de un niño o niña obligado por un ser monstruoso a las vejaciones más asquerosas que marcarán toda su existencia, es como mínimo una aberración.
Los casos de pederastia ocultados durante siglos han llegado a tal bochorno que, un informe de la BBC, de 2004, señalaba que el 4% del clero católico de Estados Unidos ha estado implicado en prácticas sexuales con menores (unos 4.000 sacerdotes en 50 años).
Más de un centenar de miembros de la Iglesia Católica australiana han sido condenados por abusar sexualmente de un millar de víctimas, según la organización Broken Rites. Otras investigaciones, como la realizada en 1995 por la Universidad de Salamanca y publicada por el Ministerio de Asuntos Sociales de España, determinaron que del total de españoles que han sufrido abusos sexuales siendo menores, el 10% asegura que fue abusado por un sacerdote católico. La mayoría de los casos se presentaron en seminarios sacerdotales, escuelas y orfanatos en donde niños y adolescentes estaban bajo el cuidado del clero. La publicación de numerosos escándalos creó una fuerte crítica hacia la jerarquía de la Iglesia, especialmente por la actitud que algunos obispos y superiores religiosos asumieron frente a las evidencias del hecho limitándose a llamados de atención privados y el traslado del infractor a otros sitios, mientras se guardó una indiferencia sistemática frente a las víctimas, lo que llevó a la conclusión de que los superiores de los infractores estaban encubriendo el crimen. El Papa Francisco intenta limpiar esa lacra de la Iglesia pero sus esfuerzos son baldíos, en vano se esfuerza por controlar lo que desde las propias jerarquías justifican como “mal menor”.
Cuando la iglesia, pretendiendo defender a Dios, se entrampa en esa tentación del desierto, algo que debería conocer muy bien a esta altura de su historia, lo que está es defendiendo su propia concupiscencia religiosa. Y al sucumbir en la tentación, las consecuencias para todos sus miembros son más nefastas que las de otras tentaciones a las que sucumbió también, como las de la simonía, el nepotismo, el “poder político temporal.
Hay que acabar con muchos privilegios de las Iglesias, de las Religiones y no sólo los económicos, que también y dejar que funcione la Justicia humana, que la Divina, la de Dios Todopoderoso, ya les llegará.