Eloy Cuadra, portavoz de la Plataforma por la Dignidad
{mosimage}La casta, imagino que ya lo saben: en Canarias son CC, PP y PSOE, dando igual el o los que gobiernen, la cosa no cambia en absoluto. En La Laguna lo hacen CC y PSOE con el PP de convidado de piedra, haciendo como que hace oposición pero tragando con todo. Y en La Laguna andamos haciendo lo que podemos algunos utópicos irremediables, desde hace unas semanas enfrascados en una campaña de denuncia por el derecho a la vivienda, cuando nos enteramos que el Ayuntamiento y su empresa municipal Muvisa mantienen 50 viviendas de su propiedad vacías a la espera de venderlas algún día, especulando con ellas como si fueran bancos, promotoras o particulares buscando beneficios.
Y así, este miércoles, estuvimos unos cuantos frente al Ayuntamiento de La Laguna, a propósito de las 50 viviendas vacías de Geneto. Queríamos poner una mesa informativa y hacer alguna cosa más; unos cuantos policías nos esperaban allí antes que nadie, preparados para caernos encima con alguna amenaza de denuncia a las primeras de cambio. Gente comprometida socialmente tratados como posibles delincuentes, esta es otra de las características de la casta en cualquier administración que se precie de ser casta: necesitan identificar a los que les son contrarios, en cuanto lo hacen, una de las estrategias de anulación más corrientes es mandarles a la policía para amedrentarlos. Se les ve el miedo, a los de la casta, ¿qué harían ellos sin sus guardianes? Finalmente desistimos de poner nuestra mesa informativa, no queríamos cargar con una denuncia gratuita. También estaban convocados los medios, pero apenas sin acudieron un par de ellos. Otro punto importante en el decálogo de las buenas castas: controlarás a los medios como a ti mismo. El Ayuntamiento de La Laguna, sin ir más lejos: ayer supimos por obra y gracia de la Ley de Transparencia que el señor Clavijo pagó en 2013 al grupo del Diario de Avisos nada menos que 94.000 euros. Con los sueldos de miseria que se manejan actualmente, es como decir que el Ayuntamiento de La Laguna tiene en nómina a cuatro o cinco periodistas del grupo del longevo periódico. Y no debe ser el único, nos cuentan que el otro día un periodista de otro medio coló una crítica a La Laguna de forma algo destacada, y hubo más que palabras en la redacción al día siguiente. Así es la casta, saben muy bien que lo que no sale en los medios no existe, y no escatiman en gastos para controlarlos.
Por estas y otras cosas, soy consciente de que esta batalla nuestra por el derecho a la vivienda va a costar ganarla, no basta con cuatro colectivos sociales con poca gente y unos cuantos partidos de las izquierdas. Lo cierto es que en la Plaza del Adelantado no había gente sin casa de La Laguna protestando con nosotros. Alguien podrá pensar con razón que en realidad no está tan mal la cosa. No es así, y basta con mirar a los indicadores sociales de pobreza, paro y precariedad para convencerse. Esta es otra de las estratégicas básicas de la casta: desactivar la capacidad de respuesta crítica de la población. Y esto lo hacen de muchas maneras, desde minar la calidad de la educación con recortes masivos o leyes elitistas (LOMCE), pasando por hacer esenciales cosas que son superfluas a modo de somnífero general (la moda, la fiesta, la telebasura, los ídolos deportivos o artísticos, etc.), con leyes represivas que amenazan con denunciar a todo aquel que piense en expresar su disconformidad, o extendiendo su red clientelar hasta límites insospechados, con buena parte de la población comprada, pagada o en deuda. En La Laguna, muchos sabemos como funciona de bien esta red clientelar, y cómo a veces es más fácil obtener una ayuda social entrando por el despacho de ciertos ediles que a través de los trámites normales.
Lo único bueno de todo esto es que hasta la fecha, la casta, la de La Laguna y las del resto del país, todavía no han encontrado la manera de anular el entusiasmo y las ganas de cambiar el mundo de unos cuantos como yo. A la campaña por el derecho a la vivienda en La Laguna todavía le quedan varias semanas, quién sabe de lo que seremos capaces.