EL BAR DE PEPE
Joaquín Hernández
{mosimage}Aunque todos los catalanes creen que hay cosas más importantes que solucionar en Catalunya, la sanidad, el paro, la educación, la vivienda, el hambre y la pobreza, históricamente han reivindicado su afán soberanista, ignorar este importante tema ha sido siempre un objetivo de los sucesivos gobiernos centrales de la dictacracia que tenemos.
Los catalanes no han sido negativos con el resto de las comunidades del Estado Español, los catalanes tienen los mismos intereses y problemas que los canarios, los vascos, los asturianos, y los karkalianos en la estepa rusa; tenemos que comer todos los días.
El enfrentamiento no es de catalanes contra el resto de españoles; los canarios, los andaluces o extremeños no sabemos nada de ansías de poder, la guerra, si es que existe, es la incomprensión de un Gobierno Central que preside un mediocre rodeado de mediocres. La Generalitat ha ganado por goleada al Gobierno de España y ha ganado por la intolerancia de un gabinete que gobierna gracias a una mayoría absoluta que le permite utilizar el rodillo para implantar su autoritarismo, más parecido a la época de la inquisición que a un país miembro de la Unión Europea en el siglo XXI.
David Cameron, primer ministro inglés, manejó a la perfección el tema del referéndum para la autodeterminación de Escocia; primero autorizo la convocatoria para el plebiscito y segundo jugó sus cartas para que los escoceses en su mayoría votase NO, convenciéndolos que la salida de las grandes multinacionales situadas en Edimburgo y con ello el despido de miles de trabajadores se produciría el día siguiente al SÍ a la independencia de Escocia del Reino Unido. Jugó sus fichas y ganó. Aquí las ficha que suele mover el Gobierno es la policía antidisturbios y la represión a los ciudadanos que se manifiestan por defender sus derechos fundamentales y así nos va.
Poco importa si la “consulta” se llama así o es un plebiscito popular, un referéndum o como se quiera llamar, el caso es que Arthur Mas, “peti qui peti”, se ha salido con la suya que no es otra que el comprobar fehacientemente cuantos son los catalanes y residentes en Catalunya que le acompañarían en una aventura separatista. A tenor de los datos del 9N volvemos al inicio del presente escrito: A los catalanes les preocupa más el paro y la miseria que el independentismo, esa es la verdad y así nos lo han dicho. Los cálculos de la Generalitat cifraban la cantidad de 5.4 millones de residentes mayores de 16 años, más 900.000 residentes extranjeros. El INE refleja que la “población residente” –sin especificar nacionalidad- nacida antes de 1998 y por tanto llamada potencialmente a votar es de 6.228.531 personas. Teniendo en cuenta censo, orientativo, habría votado un 35,9%. O sea con el 98,6% de votos escrutados los votantes en la consulta alternativa catalana del 9N ascienden a 2.236.806 personas de las que un 10,09 han dicho SI al Estado Catalán pero NO a su independencia y sólo un 4,54% han votado NO a todo.
El resultado es que de 6.228.351 personas con edad superior a 16 años y con capacidad de votar, solamente 1.932.000 han dicho SI a la independencia de Catalunya del Estado Español y por ende de España. Un 31,01%, con menos de un tercio de la población es imposible pensar en una ruptura con España sin una confrontación interior entre los propios catalanes. El problema que se viene ahora encima es lo que siempre suele ocurrir en estos casos, todos presumirán de haber ido a votar, pero todos pensaran que alguien está engañando. A partir de hoy en Catalunya será peligroso decir que no fui a votar, porque para los partidarios de la segregación los esquiroles que no aprovecharon la oportunidad histórica para decir “adeu España” de alguna manera han dejado de ser catalanes. Espero que el nacionalismo catalán de, como siempre ha sido, una lección de convivencia y acepte que el éxito obtenido no es significativo, por mucho que lo deseen, para entonar Els Segadors desde el balcón de la Plaça Sant Jaume de la Ciutat Comtal.