EL RINCÓN DEL BONZO
Carlos Castañosa
{mosimage}En un escenario de putrefacción generalizada, el ENTE Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea no podía escapar de rositas.
Levantada la veda de corruptos camuflados de honorables, protegidos por sus cabeceras jerárquicas y tratados con demasiada benevolencia por una Justicia poco fiable, era previsible que la turbia trayectoria de AENA, entre otras, la de 14.000 millones de € como deuda generada en apenas dos años, también sufriera el fielato de una investigación policial para depurar responsabilidades, e imputar a presuntos culpables de millonarias apropiaciones indebidas y masiva malversación de caudales públicos.
No es juicio temerario ni atentado contra la presunción de inocencia, sino la evidencia de unos hechos palpables y resultados incuestionables que obliga, en sentido contrario, al reconocimiento de culpa y presentación de posibles atenuantes por parte de los presuntos culpables.
Con la aparente intención de eludir el inmenso charco de excrementos semisólidos que invaden el ámbito político de este desgraciado país —en las malas manos de ladrones varios—, se ha suspendido cautelarmente la más que sospechosa maniobra de privatización. Quizá porque si siguiera adelante aparecerían de repente todas las irregularidades y desvíos económicos gestados por deplorables directivos, de los que todavía no se han podido averiguar sus millonarios emolumentos, dinero público, aunque así fuera requerido en sede parlamentaria.
A pesar de la eventual paralización de la maniobra privatizadora, y dadas las circunstancias actuales de investigaciones oficiales sobre puntas de iceberg que esconden terribles pozos negros en un fondo de descomposición galopante, parece que solo sea cuestión de tiempo que aflore la verdadera condición, presuntamente dolosa, de un ente que jamás debió existir; pues desde su creación como monopolio, no ha cesado de ejercer como tal: con despotismo, prepotencia y abuso de poder incompatibles con un estado de derecho.
Puede ser para Canarias un balón de oxígeno el retraso de una operación tóxica que supondría el destrozo definitivo para el futuro económico de esta Comunidad Autónoma; la más vulnerable, indefensa y perjudicada por su dependencia absoluta de la conectividad entre islas, tanto para la población local como por la explotación del turismo como monocultivo de alto riesgo.
Por desgracia, la gestión política de los responsables locales no invita al optimismo por la mediocridad del tratamiento aplicado a esta cuestión vital para la supervivencia de Canarias. Su tibieza e ignorancia podrían desembocar en el desastre de nuestros aeropuertos privatizados en manos de los mismos dueños de la única compañía aérea que opera como monopolio en las islas; lo que añadiría a su privilegiada condición la gestión unilateral de beneficios hurtados a una población indefensa, que sufriría el disparate de sustituirse un servicio público fundamental por negocio para los pocos de siempre, con la complicidad institucional y la de una Justicia demasiado dependiente de los mismos intereses.
En el momento actual, estos chisgarabises que nos avergüenzan con fatuas movilizaciones absurdas e inservibles, malgastando energías en trifulcas de patio de colegio, deberían dejar de lloriquear por un supuesto maltrato colonialista que solo les sirve como excusa para camuflar la propia ineptitud. Debieran, en esta coyuntura, mostrar la firmeza que demanda el pueblo soberano, a cuyo servicio comprometieron sus promesas electorales –o electoralistas–. Tan sencillo como aplicar de un plumazo el artículo 30 de nuestro Estatuto de Autonomía. Ni siquiera hace falta valentía para plantar cara. Solo con la dignidad que demanda esta ciudadanía, sería suficiente para defender los intereses y auténticos derechos de una población abandonada por la desidia de unos inmerecidos representantes.
Cuestión fundamental: ¿estarán capacitados para asumir la gestión de esta fuente de riqueza, sin implicarse en maniobras interesadas y/o corruptas?…