Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
{mosimage}(A partir de los artículos “Antropoceno: la era del hombre” de Elisabeth Kolbert , en National Geographic. Marzo 2011. Vol. 28. Nº 3, y “El alto coste de la carne barata” de Christine Chemnitz y Shefali Sharma en El País.)
Los más de 4500 millones de años de existencia que se calcula que tiene la Tierra han dejado, en parte, un registro en las capas minerales estratificadas del manto rocoso de nuestro planeta que se puede investigar.
Así, se han localizado distintas épocas en la vasta historia terrestre, algunas de ellas, tan violentas que han dejado duraderos y reconocibles signos, vinculados a cambios extremos del clima, del nivel del mar, de las derivas continentales y de la vida de las especies. El estrato que corresponde a la época que empezó al final de la última glaciación se ha denominado el Holoceno.
No obstante, el impacto ambiental de la humanidad sobre la biosfera está siendo tan veloz e intenso que, desde hace más de una década, entre los científicos que estudian los estratos rocosos gana aceptación la denominación de una novísima etapa geológica, el Antropoceno: el tiempo del ser humano. Desgraciadamente, el masivo impacto de nuestra especie sobre los ecosistemas se parece mucho más a los periodos catastróficos, que a cualquier otra cosa. De hecho, en los tiempos presentes, hemos alcanzado la extremada cifra poblacional de cerca de 7500 millones de habitantes. Una biomasa cien veces mayor que la de cualquiera de las otras especies de animales grandes que haya existido.
Cuando empezamos a cursar como una fuerza de efecto planetario, es una cuestión que sigue abierta: la extensión, hace unos 8000 años, de las actividades agrícolas causó una enorme deforestación que, por la liberación de carbono a la atmósfera, pudo evitar una nueva glaciación; concluyendo el siglo XVIII, por el uso industrial del carbón, los niveles de dióxido de carbono empezaron su tendencia ascendente; a mediados del siglo XX, con la hegemonía energética del petróleo, se entra en una aceleración del volumen poblacional y del consumo. Pues, de los tres factores que establecen el Impacto Humano, solo uno, la población, es biológico, los otros dos, la capacidad económica y la tecnológica, son culturales. Población, Riqueza y Tecnología son los tres vectores del peligroso e insostenible desarrollo en que nos encontramos inmersos.
La enorme expansión de la producción industrial ganadera mundial es, en ese sentido, paradigmática: acelera el cambio climático, la deforestación masiva, la pérdida de biodiversidad y produce violaciones de los derechos humanos. Como en otras grandes problemáticas, Europa y Estados Unidos son las regiones político económicas más responsables, ya que son las mayores consumidoras de carne, con entre 60 y 90 kilogramos por persona y año, de promedio. Una cantidad que es, a todas luces, nutricionalmente excesiva. En Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica las nuevas clases pudientes están siguiendo pautas similares, por lo que el absurdo y el riesgo no harán sino que aumentar. Actualmente, un tercio de la superficie agrícola ya se usa para forraje “y el porcentaje total destinado a la producción ganadera, incluida la pastura, asciende a alrededor del 70%.”.
Además, mientras los bajos precios de la industria –exentos, ilegítimamente, de los costos ambientales y sanitarios- están hundiendo los modos tradicionales y sostenibles ganaderos, el actual de consumo de carne y productos lácteos extiende la obesidad y las dolencias cardiovasculares. Y, para colmo, los oligopolios transnacionales que dominan el sector, someten a condiciones de vida despiadadas a los animales, que son tratados como mera materia prima.
Seamos humanitarios, seamos saludables, seamos ecológicos… ¡Dejemos de comer tanta carne! ¡Y tanto pescado!
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