José Pérez, profesor de Filosofía.
{mosimage}La irrupción fulgurante de Podemos en el panorama político generó una serie de expectativas positivas en mucha gente que se van a ir desinflando. Y se van a ir desinflando porque se sustentan en mitos y en un lenguaje que disfraza su realidad. Pero ahora tienen tirón porque hacen política disfrazados de no-política, porque no tienen un pasado con aciertos y errores y porque hay mucha gente que antes votaba a los políticos de la cultura del pelotazo y ahora quieren soluciones voluntaristas a los estragos causados por sus propios votos. El denominador común es siempre el mismo: la falta de reflexión serena.
El primer mito de Podemos es el bajo coste de su campaña electoral para las elecciones europeas. En realidad, fue la tercera campaña más cara después de las del PP y el PSOE. ¿O es que estar todos los días en la Sexta, la Cuatro, en el diario Público y en otros medios no tiene coste? Es evidente que Podemos no pagó el precio de los espacios televisivos y en prensa, pero sólo ellos dispusieron de tantísimo espacio en medios de masas porque así lo aceptaron empresarios de comunicación nada sospechosos de querer impulsar un proceso constituyente. Pablo Iglesias se convirtió en el tercer candidato más conocido y su estrategia de comunicación tuvo éxito porque fue promocionada a gran escala por el gran poder empresarial mediático. Habría que ver cuánto más habrían crecido, por ejemplo, Izquierda Unida o Equo y Compromís de haber recibido la misma promoción televisiva.
El segundo mito de Podemos es que se construye de abajo a arriba. Es exactamente al revés: un pequeño grupo de profesores universitarios, experimentados en campañas electorales en América Latina, diseñan una estrategia de comunicación que, impulsada por grupos mediáticos importantes, moviliza a más de un millón de votantes. Y, todo ello, organizado en torno al hiperliderazgo mediático de Pablo Iglesias, que permitió llenar auditorios en todos sus actos. En Canarias obtuvieron casi el 11% de los votos sin que se les conociera trabajo político alguno y sin que se conociera a sus portavoces locales. Es incontestable que se trató de un proceso de arriba a abajo.
Pero el esquema de funcionamiento de arriba a abajo no se limitó a lo anterior. Para empezar, se eligió una dirección nacional (con denominación muy horizontal) hasta el congreso constituyente de otoño. Y ahí Pablo Iglesias impuso su lista cerrada, para seguir controlando desde arriba, porque sabía que se iba a votar la lista en que él estuviera, pues a fin de cuentas él es el líder mediático. Y así Podemos tiene una dirección elegida de una forma tan poco participativa como la del PP. Es curioso que las direcciones nacionales del PSOE, IU, UPyD, Equo, etc. sean más plurales que la de Podemos. Pero los mitos son muy eficaces y Podemos se permite hablar despectivamente de decisiones cupulares en formaciones que, en la práctica, tienen un funcionamiento más democrático que la suya, aunque no se atrevan a decirlo, o les hayan colado el bulo.
Ahora la dirección de Podemos le marca a sus bases un nuevo reto: no presentarse como Podemos a las elecciones municipales por si se les cuelan personas deshonestas. Este planteamiento implica un descarado desprecio por las bases de Podemos: ¿entre su millón de votantes no hay unos miles de personas fiables para las candidaturas? ¿Para qué se están reuniendo en asambleas municipales si sólo podrán presentarse con otra marca para apropiarse del mérito si lo hacen bien y para culpar a los demás si lo hacen mal? ¿Tan claro tiene Iglesias que van a entrar en la política de pactos con la “casta” (o a abstenerse y dejar gobiernos al PP) que prefiere no aparecer por las municipales para que no se le hundan las expectativas de voto en las generales? ¿Tan claro tiene que va a decepcionar a muchos de sus ilusos votantes?
La dirección de Podemos ha presentado un borrador de estatutos que plantea una dirección muy centralizada, tanto que llama la atención porque hoy es difícil encontrar un partido progresista tan jerarquizado. Y, mientras predican la unidad de las víctimas de la crisis, ya vemos cómo, en Gran Canaria, Podemos plantea no pactar con nadie, pese a que saben que pactando tampoco habría mayoría, pero sí un resultado con mayor potencial transformador. Es más, ya se apuntan las peores formas de los partidos políticos tradicionales: en la Plataforma contra las prospecciones petrolíferas en Canarias se supo hace algún tiempo que la Oficina de Acción Global del Cabildo de Lanzarote impulsó una acción en el Parlamento Europeo para que la firmaran eurodiputados de todos los partidos. Hace una semana hemos visto en los medios de comunicación al eurodiputado de Podemos Pablo Echenique, que ha tenido la desvergüenza de atribuir a Podemos esa iniciativa, que venía del Cabildo lanzaroteño y que la han firmado decenas de parlamentarios europeos de varios partidos (PSOE, CC, IU, Equo-Compromís, Verdes y partidos de otros países).
Si vemos los comentarios de simpatizantes de Podemos en publicaciones digitales es muy llamativo el rechazo a toda crítica, por razonable que pueda ser. Reaccionan igual ante una descalificación irracional que ante una objeción prudente. Y la realidad es que tienen un problema grande porque saben que las listas electorales se les van a llenar de personalismos oportunistas que aparecerán hablando en contra de los personalismos. Y lo más grave no es que el problema lo tenga Podemos, sino que, como han advertido muchos comentaristas, hay un riesgo muy real de que acabe como el Movimiento 5 Estrellas en Italia que atrajo a los votantes descontentos y desactivó el potencial de cambio.
Por lo pronto, el PP está usando muy bien a Podemos. En primer lugar, para debilitar a su rival electoral principal, que sigue siendo el PSOE. En segundo lugar, para debilitar a IU, que tiene una trayectoria que la convierte en la formación más temida por el poder económico. Y, en tercer lugar, la campaña de identificación de Podemos con el chavismo le sirve al PP para asustar a una parte de sus propios votantes descontentos y recuperarlos antes de que se queden en la abstención. El maquiavelismo pepero hay que reconocer que es magistral y las dosis de ingenuidad de los volátiles seguidores de Podemos son una ayuda caída del cielo para el PP. Entretanto, PSOE e IU andan despistados y dando palos de ciego.