José A. Pérez Tapias, Izquierda Socialista
{mosimage}No hay identidad sin memoria. Y sin identidad no hay acción orientada bajo un horizonte de sentido. Hasta el Quijote, cuerdo en sus alocadas empresas, podía acometerlas porque partía de su "yo sé quién soy". Si no tenemos al alcance tan rotunda convicción, tampoco podemos ir por la vida como el hombre sin atributos de Musil.
¿Dónde está hoy el alma del PSOE? ¿Cuál es su identidad, la cual se teje con cabos diversos que adquieren un perfil determinado? Los interrogantes se acumulan. ¿Es el PSOE un partido reformista con potencial para transformar en un sentido emancipador o es un "partido de orden"? ¿El PSOE tiene voluntad de acometer cambios en profundidad en el sistema capitalista o no pasa de conformarse a él limando asperezas? ¿Y los ciudadanos ven en él un cauce de participación en el que ser protagonistas de la vida política, como cuando nació como partido de trabajadores?
En reciente congreso extraordinario, el PSOE, tras primarias para elegir Secretario General, se ha dotado de nueva dirección, pero queda la reconstrucción de su proyecto político. Igualmente ha de erradicar las pautas oligárquicas enquistadas en su organización, para abrirla a la sociedad, así como eliminar todo comportamiento que huela a corrupción, si pretende ganar credibilidad. Con todo, hace falta contar con una piedra angular que sostenga las dovelas de un renovado arco que le dé visibilidad como alternativa a una derecha neoliberal, neoconservadora y con ribetes autoritarios.
El PSOE dispondrá de esa piedra angular si para proyectarse al futuro se apoya en su memoria histórica, la cual transmite que el republicanismo no es algo añadido al socialismo, sino medular. Así fue para un socialismo que encontró en la II República el marco idóneo para la transformación de la España del siglo XX. Aquel despliegue del socialismo, junto con otras fuerzas políticas, fue abortado por el golpe militar del general Franco, alentado por las fuerzas conservadoras del Estado y apoyándose en el fascismo de la época. Pero no debemos permitir que la noche de la dictadura prolongue su oscuridad sobre la memoria republicana del socialismo español, recluida en el museo de la historia con los pactos de la transición a la democracia. Actualizar esa memoria será factor de renovación del PSOE que le permitirá resituarse en el mapa de una izquierda en reconfiguración. El socialismo español debe hacerlo así de forma que ofrezca futuro a la vez que no cae en la tentación, que a otros sí acosa, de situarse en el punto cero de la historia.
Un socialismo republicano no sólo será reivindicativo respecto a la república como forma de Estado. Lo republicano implica más: concepto fuerte de democracia, idea de ciudadanía participativa, base para un Estado federal plurinacional, urdimbre cívica para una laicidad lograda y defensa de la libertad también como autonomía, así como de la igualdad tanto social como de género. Otros vectores de un proyecto socialista, desde economía solidaria hasta ecología consecuente, desde compromiso europeísta hasta nueva relación con las repúblicas americanas en un mundo globalizado, encuentran engarce en un republicanismo que se mostrará, además, como lo que fue: matriz a partir de la cual, desde Rousseau a Marx, maduró la tradición socialista. Marx, radicalmente crítico con el Estado liberal de clase, podía pensar en un "Estado libre" cual "república democrática" en la que la Constitución fuera del "pueblo" como asociación de trabajadores. ¡Memoria para el futuro!