Jaime Miquel, analista electoral
{mosimage}La clase política en general, y los creadores de opinión, han podido comprobar que los resultados de las elecciones europeas eran extrapolables. Se lo han dicho las encuestas de este verano de Celeste-Tel, Gesop, NCReport, el CIS, Metroscopia y Sigma Dos, por lo que han asumido la condición de tercera fuerza política de Podemos en unas eventuales elecciones generales. Lo que sucede es que esta clase creadora de opinión tiene dos dificultades para comprender lo que significa su aceptación del hecho de que un 15 % de los votos válidos se hayan puesto enfrente del sistema de representación preexistente, cuando el bipartidismo suma doce millones de votos, que es muy poco.
Lo que parece claro es que el PP, UPyD y Ciudadanos llegan a 159 escaños. Les faltan entonces 17 para 176 y no tienen posibilidades de sumar a nadie más en ese pacto. Sumando el PSOE con IU/ICV, tenemos 92 escaños y faltarían otros 84 para alcanzar los 176. Los más intrépidos suman a Podemos y entonces, ya son 147 escaños, con lo que faltarían 29.
¿Qué hay que hacer entonces?, ¿sumar a ERC, CiU y el PNV y ya tenemos 178 escaños para investir un presidente del PSOE? ¿No es esto imposible en tanto el PSOE no reconozca la plurinacionalidad del Estado? Y, en todo caso, ¿no es muy poco serio presentarse en Bruselas con una coalición del PSOE con Podemos, IU/ICV, ERC, CiU y el PNV para gestionar la convergencia con la Unión Europea cuando la lógica de la estabilidad y la garantía es otra?
Pero, además, este cálculo parte de una premisa falsa e interesada, y es que Podemos pactaría con el PSOE. Se equivocarían profundamente, y de momento lo están haciendo perfecto. La única mayoría de gobierno que existe ya en España es la coalición entre el PP y el PSOE y convendría situarse con seriedad sobre este hecho. Como en 1975, hay un orden que muere; el PSOE junto al PP vendrán a ser lo que la UCD de entonces. Esto no es un drama ni una mala noticia, sino al revés, porque entregarán un orden nuevo a la mayoría emergente.