Jazmina Suárez. Miembro del colectivo Voces Transversales
{mosimage}Mediante redes sociales y medios de comunicación hemos sido espectadores de la inconsciencia de nuestra sociedad. No solo se ha desatado una guerra cruenta en la que ya había un perdedor, hemos asistido al espectáculo de la insensibilización, de la indiferencia, de la deshumanización.
Desde su pequeña localización al suroeste de Israel y al noreste de la península del Sinaí, la franja de Gaza ha invadido nuestro mundo para sacudirnos de una manera estrepitosa a una realidad que acongoja, que sobrecoge pero que sobretodo espanta por su crueldad. No abordaré este tema políticamente, aunque la indiferencia de Reino Unido ante el conflicto no me deje indiferente, aunque la impasibilidad de Europa, la evasión de EEUU o la tardía actuación de la ONU rocen el despropósito más absoluto. Abordo éste desde el propio ser humano, desde su conciencia, su capacidad de empatizar, su humanidad. Y es que no quiero creer que nos hemos degradado tanto, que somos meros habitantes de algún lugar sin necesidad de interactuar, de sentir compasión o de sobrecogernos viendo la cantidad de imágenes y vídeos que sólo alimentan el morbo de aquellos que son incapaces de sentir. Medios de comunicación haciendo apogeo de la violencia, redes sociales invadidas por chicos que alimentaban el odio e incitaban a otros a la práctica de la insensatez, discursos ambiguos empapados en diplomacia, indiferencia colectiva…
No hemos asistido sólo a una guerra entre dos países, hemos asistido a nuestra propia humillación como seres humanos. La degradación nos sorprende a la hora de la comida, o en cualquier página de internet, adolescentes y niños están expuestos al entumecimiento de sus sentidos, de sus sentimientos. Esos Gazatíes sólo nos han adelantado un futuro en el que el individuo es más individual que nunca, en el que la sociedad ha absorbido su cordura para dar paso a un ser vil, rastrero, apático, incapaz de salir de su letargo. La razón se ha suicidado ante tanto disparate e incoherencia. Todos hemos sido testigos de ello; en cada noticia, en cada imagen, en cada palabra elaborada…
El alto al fuego y la retirada de las tropas Israelíes no deben suponer un descanso para el sentido común; no debe ser otro atropello a la racionalidad. No podemos apoyar al opresor con la indiferencia, debemos tomar partido y conciencia de lo que sucede, debemos exigir que nuestro país, que los países de los que formamos parte, tomen una determinación sobre los hechos que se suceden de manera impertérrita en el suelo de Palestina. Debemos apelar a la razón, aunque parezca que haya decido abandonarnos, para evitar las muertes injustificadas por razones religiosas, territoriales o históricas.
Debemos volver a coger una bocanada de humanidad y poblar a nuestra generación y a las próximas del juicio necesario para ser mediadores sensibles, críticos y justos de cualquier hecho que viole los principios de la cordura o del ser humano.