José M. Balbuena Castellano
{mosimage}Estamos tan embebidos en nuestros problemas cotidianos, en la lucha por nuestra supervivencia y bienestar, cosa que me parece justo y necesario, que, a veces, nos olvidamos de otras cuestiones que son importantes también pero a las que no prestamos mucha atención.
Nos previenen continuamente de los peligros que amenazan a nuestro mundo, a nuestro entorno, que si nos empeñamos en desoír, de nada nos vale mejorar nuestra calidad de vida si luego, las futuras generaciones no tienen posibilidad de disfrutarla. Conste que no son bromas, no es alarmismo, no es ciencia ficción, ni deseos de asustar al personal.
Lo peor de todo es que de ese deterioro que sufre nuestro entorno no es culpa nuestra, en su mayor parte, aunque a veces seamos cómplices de ello. Fuerzas superiores a nosotros, gobiernos egoístas, empresarios sin escrúpulos y gente indeseable nos imponen determinadas actividades que los convencionalismos sociales, las modas, los usos y costumbres nos obligan a realizar, sin que, generalmente, seamos conscientes del daño que pueden causar. Consumimos elementos que nos perjudican, pero también a la atmósfera, a nuestras ciudades, mares, ríos, tierras de cultivo. Nos entontecen de tal manera con otras armas de distracción que no tenemos tiempo para pensar por nuestra cuenta, para discernir, para decidir lo que conviene o no.
Nadie debería ignorar a estas alturas que esas fuerzas a las que aludo están causando un perjuicio irreparable a este mundo y que si no se reacciona a tiempo, puede que llegue un momento en que será demasiado tarde para rectificar.
Una isla de nuestro archipiélago, concretamente El Hierro, quiere convertirse en uno de los lugares más ecológico de la Tierra. Acaba de inaugurar la estación hidroeólica de Garona del Viento, gracias a la iniciativa del que fuera presidente del su Cabildo, Tomás Padrón y otra serie de colaboradores. Todavía no se ha conseguido depender a un cien por cien de ese tipo de energía alternativa, pero figura entre los objetivos de este loable proyecto. Además, les es más fácil conseguirlo porque la isla del Meridiano apenas cuenta con 10.000 habitantes y su extensión es muy reducida. De todas formas, en ciertos momentos tendrá que depender del petróleo, aunque sea en menor cantidad. Y, por supuesto, lo utilizará mientras no circulen por sus carreteras vehículos ecológicos con otras energías que no sean las de los contaminantes hidrocarburos.
Es bueno, además, que los habitantes de El Hierro mantengan una conciencia ecológica y que esa idea se extienda a otras islas, donde el petróleo y sus derivados esclavizan a toda la población. Por lo que vemos, el gobierno de la nación, con sede en Madrid, no se ocupa de desarrollar al máximo las energías alternativas y sostenibles en estas islas, debido a los oscuros intereses y servilismos que tienen con las grandes empresas multinacionales y especialmente con las petroleras. También tenemos por medio, por cuestiones ideológicas o de encono personal, ese enfrentamiento del presidente de esta autonomía con el ministro encargado, precisamente, de apoyar las cuestiones energética, que forma parte del secular abandono que Canarias experimenta por parte del poder central
Es tan poco el respeto que se le tiene a los canarios, que no les importaría que perdiéramos el único recurso que nos queda que produce cierta rentabilidad, o sea, el turismo, en el caso hipotético de que se produjera un día un derrame de crudo o cualquier otra catástrofe relacionada con estas prospecciones. Utilizan toda la demagogia posible y cantos de sirena para intentar convencer a la población de que no va a ocurrir nada y alegar, al mismo tiempo, los grandes beneficios que este petróleo, si lo hubiere, reportará a Canarias y a los canarios.
Tanto el gobierno de Canarias y sus instituciones tienen que defender todo aquello que sea justo y adecuado para el desarrollo de nuestras islas, y no al revés pero el gobierno de la nación, a la que se supone que pertenece Canarias, debería también velar y defender lo que más nos convenga.