Diario de Avisos / 25 de febrero de 2008.- Esaú Hernández. Santa Cruz. "¡Sólo hemos visto a un vecino!", exclamaba una joven pareja habitante en el barrio pesquero de San Andrés. Volvían a casa antes de que se acabara la protesta ciudadana al ver que, para ponerle ese adjetivo faltaba gente, mucha gente; tanta, que destacaba la pancarta del Partido Socialista Canario sujetada por sus miembros y simpatizantes con gorras, cómo no, también moradas. Además estaban la candidatas socialistas al Congreso, Gloria Rivero, y al Senado, Patricia Hernández. El PSOE no fue el único partido que apoyó una manifestación que pedía la demolición del bautizado mamotreto, la paralización de todas las obras alredededor de Las Teresitas, y la dimisión del alcalde de Santa Cruz, Miguel Zerolo.
A ese mensaje se sumaron las camisetas de Alternativa Sí Se Puede; las pancartas con la cara de Llamazares y el + a la izquerda, junto a los programas políticos de su formación, Izquierda Unida; los globos verdes, color del PVC y de Alternativa Nacionalista Canaria, las banderas independentistas. No eran la únicas que ondeaban, hasta se vio una de la España republicana que, junto a un jersey con el mensaje "Sahara Libre", también despistaban al sentido de la reunión convocada por el movimiento vecinal Asamblea por Tenerife, en un pequeño descampado, junto al cementerio de San Andrés, que se le quedó grande a las no más de 500 presonas que allí asistieron. "Tenemos que estar todos los días, siempre en la defensa de nuestra tierra y en la defensa de los que se han dejado la vida y que están ahí dentro, enterrados sin ver que lo que le robaron volverá a ver suyo, por ellos y por la defensa de las generaciones venideras, no a la destrucción de las Teresitas", gritaba Rosi Cuba, una representante de la Asamblea.
Pero, ¿y la gente?
"Toda la gente del pueblo de San Andrés es la que tenía que estar aquí", se entristece una señora al ver el poco seguimiento de una convocatoria que Rita, que vive en Los Realejos, pese a lo lejos del encuentro, no se ha querido perder. Es una de los pocos jóvenes que se pudieron ver, los grandes ausentes junto a los habitantes de San Andrés.
"Esos están en la paellada del PP". Pues María Teresa, una mujer que pasea casi todos los días por la orilla de Las Teresitas, no se equivocaba. A falta de la actuación prometida de Pepe Benavente, arroz con marisco. El PP necesitó esos ingredientes para convencer a los vecinos de San Andrés, ese pueblo pesquero que ya no se ve desde la playa porque el mamotreto la tapa, para que se quedaran en la plaza y escucharan lo que prometen Pablo Matos, al Congreso, y Antonio Alarcó, al Senado. La fiesta estaba convocada para las 13.00 horas y la manifestación para las 12.00, pero el retraso de la primera hizo que coincidiera con la segunda, haciendo inevitables las comparaciones en las que más de uno encontraba explicaciones.
Mientras unos ciclistas de peto fluorescente con el mensaje "Mamotreto no", se dirigían a Las Teresitas, se cocinaba la protesta popular; con p minúscula, ya que poco tenía que ver con el partido socio de CC en el Ayuntamiento capitalino. La canción que la murga Los Bambones dedicó a lo que pasaba en la playa sonaba para amenizar la espera. En su letra, Gorgorito pide a los niños que le avisen cuando vengan los lobos con nombre propio: los empresarios protagonistas en la operación y el alcalde de la capital. "Avisen, que con el viento, tengo las orejas llenas de arena y no les voy a oír".
Algo parecido les pudo pasar a los miles de bañistas que había en Las Teresitas o que, pese al viento reinante, prefirieron quedarse en el agua o tomando el sol en la toalla mientras se escuchaban arengas que apenas seguían con ganas los asistentes: "Zerolo dimite / la playa no te admite", "Playa sí / cemento no" o "Ese mamotreto / lo vamos a tirar". "No repartas aquí, sino dentro de la playa que es donde hace falta", le ordena una enfadada María Teresa a uno de los encargados de los panfletos. "Sí, a ver quién los levanta de la toalla…", le responde el desalentado joven. "Ver esto le quita la esperanza a cualquiera", confiesa Yurena, otra de las pocas jóvenes.
Lola, canaria.
Mientras el PSOE gritaba el lema de su pancarta "No al pelotazo", acompañándolo de "Zerolo dimisión", sin apoyo alguno del resto de asistentes, la Asamblea a la que pertenecen muchos movimientos vecinales recogía firmas y vendía camisetas;también procedían a la lectura de los manifiestos.
Lola tiene un nombre muy español, pero sus apellidos, Rebrow de Schneider, y sobre todo su acento, delatan a la presidenta de la Plataforma Amigos de Las Teresitas. Aun así, el discurso de una de los vecinos de Las Huertas, a la que los tribunales le han dado la razón, estuvo acompañado por aplausos y ánimos, "¡Tú si que hablas canario!" le gritaron.
"Me alegro muchísimo de que estén aquí tan numerosos, a pesar de que yo pienso que debían haber venido muchísimos más, porque esto debe interesar a todos los tinerfeños". El texto ya estaba escrito pero reflejaba perfectamente el sentimiento de todos los asistentes. "No nos hace falta que nuestro alcalde coleccione arquitectos famosos que no tienen ni idea de espacios rústicos, porque nuestra playa no es urbana. Quieren una playa con aparcamientos techados en los que hay que pagar, este mamotreto que queremos que derriben porque la gente que viene aquí no tiene dinero para pagarlo; algunos son enfermos que vienen a caminar porque el médico se lo ha mandado". Mientras Lola lee de pie en el muro en la trasera del primer quiosco de las Teresitas, unos mayores sentados en él, asienten. "El hotel de lujo que quieren poner encima de la batería militar, que parece un barco de 150 metros de largo y 40 metros de altura, va a determinar un espacio natural de manera horrorífica. Además, en estos 80 quioscos de diseño que van a meter en la playa tan finos y elegantes nadie podrá pagar ni un refresco, ni un helado para sus hijos", advierte Rebrow.
Sobre la arena.
"Lo único que necesitamos es unas duchas que funcionen, alguien que recoja la basura y que los petroleros no suelten piche", resume María Teresa mientras ve cómo dos niñas juegan en arena tan disputada por los mayores. Arena y paella bastan para superar una manifestación.