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El cuarto poder (II parte): La Radio

  • Published in Desarrollo

La tita “la rica”, o sea mi tía abuela por parte paterna, era una mujer muy trabajadora y muy ahorradora. Toda una vida dedicada a ganar los duros de plata y guardarlos bajo el colchón fue su afición favorita. Se comentan muchas anécdotas de ella, entre otras que la única bomba que arrojó un avión franquista, en la guerra civil, sobre Granada vino a caer en una de las múltiples casas que eran de su propiedad. Era tan tacaña que días ante de morir, y postrada en la cama a consecuencia de la gripe, mal llamada española, confesaba que uno de sus deseos que no había podido cumplir fue subirse al tranvía, por lo visto era superior su avaricia por ahorrarse los 2 ó 3 céntimos que su deseo por viajar en tan novedoso sistema de transporte.

Me contaba mi tío abuelo Bernardo, hermano de la susodicha, que por ahorrar nunca tuvo un aparato de radio. Se dice que la primera vez que lo escuchó quedó tan asombrada que comentó: “Esto es cosa de brujería, cualquier día la voz de ese hombre que sale de ese altavoz dirá que los burros están volando y todos nos lo creeremos”.

Algo de adivina si lo era, no le faltaba razón con su vaticinio: más de una vez nos lo han dicho y lo hemos creído.

La radio, esa radio mágica que todo lo que decía era dogma ha dejado de tener credibilidad, y lo ha hecho ganándose a pulso ese descredito. Ahora ya nadie pronuncia la frase “lo ha dicho la radio” y a partir de esa rotunda cuestión se acababa la polémica que daba por cierto todo lo que el gárrulo locutor decía.

Los intereses económicos acaban con las ideas y la imaginación, eso unido a la falta de legislación que durante años ha supuesto un cachondeo para la ocupar radiofrecuencias, el show mediático estaba servido y más de un zoquete se atrevió, por menos de 30 mil euros, a montar su chiringuito radiofónico. Algunos empresarios creyeron que la radio les suponía una especie de trampolín para acercarse al político y chantajearle, al mejor estilo Corleone, con largar por la boca sapos y culebras de su vida y milagros, o bien la promesa de la omertad y el silencio tácito de su emisora en cuanto a la “virginidad” del concejal o alcalde del ayuntamiento objeto del deseo del empresario dueño de la emisora. Fue entonces cuando aparecieron los “comunicadores del pueblo”, o sea los “profesionales” que lejos de informar lo que hacían era chantajear a todo aquel que pudiera sacarle una pasta gana al mejor estilo egipcio, todo esto sin contar con la mordaza que les ponen a sus empleados a la hora de tratar temas que se consideran tabús para los intereses de la emisora. Es muy normal escuchar una emisora poniendo a parir a fulanito durante dos semanas y a la tercera semana aparecer el director del rollito afirmando que aquel que anteayer fue un cabrón, hijo de la gran puta, hoy es un tipo honrado y cabal y ni tiene cuernos ni su madre ejerció el oficio más antiguo de este mundo.

La falta de credibilidad del medio de las ondas hertzianas viene dada por múltiples razones, la falta de un código ético, los shows de tertulias y tertulianos pringaos que repiten una y otra vez las mismas consignas que, desde la “pecera”, les va indicando el director del tinglado de turno y como no, la lucha diaria con la audiencia de la cual depende el ser o no ser. La financiación vía subvenciones oficiales debería ser prohibida y la publicidad institucional repartida, por imperativo legal, entre todos los medios de la comunidad. El chantaje del dictador “democrático” ha llegado al esperpento pueblerino. Con el dinero público se compran voluntades y la voz del pregonero que antes utilizaba el altavoz manual se ha suplido por el micrófono de la emisora municipal o del amigote empresario de la tasca radiofónica. Uno de estos casos de extorsión que fue denunciado públicamente en la isla de Tenerife, el que le sucedió a Dª Remedios Sosa cuando en representación del Centro de la Cultura Popular Canaria y reunida con el entonces presidente del Cabildo tinerfeño D. Ricardo Melchior, al solicitar las cantidades adeudas por esa institución al Centro Cultural, el “demócrata” Sr. Melchior. hoy en día presidente de la “autoridad portuaria”, le dijo que “a menos que cambiase la línea editorial de Radio San Borondón y dejase sus informaciones y ataques acerca de Coalición Canaria, no habría un euro para esa asociación cultural”. Esa es la radio del siglo XXI, la cual parece no ha cambiado mucho de la época de la dictadura franquista, excepto si tenemos en cuenta que con Franco no podíamos presumir de demócratas y cada uno al ponerse delante de la “alcachofa” sabía que, de política, al igual que de pasta subvencionada, nada de nada.